Jose Mourinho se ha convertido en los dos años que lleva al frente del Real Madrid en el líder del equipo. Líder porque ha sido capaz de situar al conjunto blanco en el centro de atención de los medios, ha conseguido que continuamente se hable del Real Madrid y su nombre si difunda por todo el mundo. En esto el portugués se ha mostrado como una figura impagable por la cantidad de horas y espacio que ocupa el Real Madrid en los medios desde su llegada. Sus continuas polémicas, sus triunfos con el equipo y su extraordinaria capacidad para estar en boca de todos hacen de él una fuente inagotable de ingresos para el conjunto merengue.
La premisa de Mourinho es sencilla: puedo controlar el comportamiento de mis jugadores si controlo los estímulos que les envío. Por eso ante la menor conducta discrepante el código disciplinario del entrenador le dicta que ésa conducta se paga con la exclusión de la dinámica habitual de quien se rebela o quien se sale de lo pactado. El postulado básico de Mou es fácil de entender: pide a sus jugadores entrega incondicional, estableciendo por ello un conjunto de recompensas a quien se la ofrece y castigos a quien osa cuestionarla. Lo vemos en el caso actual de Sergio Ramos, no hace mucho con el deseo del portugués de que Kaká se marchase del equipo, lo mismo que con Carvalho, o los ataques en el pasado en rueda de prensa contra jugadores concretos en rueda de prensa. El peligro de éste método, es alterar el procedimiento para la obtención de recompensas y castigos.
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