En El ángel azul (1930).
Por ser su película más exitosa en Alemania en el momento de redactar estas páginas, Hessel presta bastante atención a El ángel azul y a partir de ahí analiza el tipo de papeles que interpreta: «Ya sea en el papel de dama o en el de prostituta, en el de conquistadora o en el de víctima, Marlene Dietrich siempre da vida a un sueño universal, como la heroína de una de sus películas; es la mujer que todos desean; todos, no éste o aquél, sino cada uno, el pueblo, el mundo, el tiempo» (pág. 9). En 1931 aún faltaban etapas importantes de la vida de la actriz, como las posteriores películas con Paramount y su firme posicionamiento en contra de la Segunda Guerra Mundial, y por eso mismo resulta asombroso que Hessel fuera capaz de pronosticar con tanta precisión que se convertiría en un mito del cine, que su llegada a Hollywood daría frutos y no sería un punto álgido pasajero.En el último capítulo, el autor recuerda una visita que le hizo en su casa («en el cuarto de juegos de su hijita, entre una casa de muñecas y una tienda de juguete», pág. 55), donde intentó vislumbrar la faceta íntima de Marlene Dietrich, la mujer detrás de las luces y las cámaras, una mujer con «una expresión de melancolía y de soledad en el rostro» (pág. 60), según Hessel. La escena está impregnada de su lado maternal, con la niña jugando en la habitación. Dietrich tenía claro qué imagen quería transmitir al público: «Si considera oportuno relatar a la gente cosas de mi vida privada, entonces, por favor, dígale que ella —señaló a su hija— es lo más importante, es la razón de mi vida» (pág. 56-59). Y, en otra demostración de sensatez a pesar haber alcanzado la gloria, concluye que «La fama no tendrá que ver mucho con la felicidad y… la nostalgia nunca desaparece» (pág. 59).Franz Hessel
El escritor Manfred Flügge, en un epílogo de 1992, traza un curioso paralelismo entre las vidas del autor y la actriz (la vinculación de ambos con París, por ejemplo), y reivindica el valor de Hessel para defender (y halagar) a Dietrich cuando el éxito provocaba desconfianza, se sospechaba que la celebridad se debía más a la publicidad que las aptitudes (de hecho, esta postura escéptica hacia el triunfador aún está muy extendida). Por este motivo, este librito no solo permite conocer mejor a un mito del cine, sino que es un ejemplo de buen retrato, de retrato elogioso y, no obstante, lúcido y reflexivo, unas características que nunca deberían estar reñidas entre ellas. Esta edición cuenta, además, con numerosas fotografías y una excelente traducción anotada de Eva Scheuring. Para no perder detalle.