La instantánea recoge el final de la calle Marqués de San Esteban en Gijón hacia el años 1.955, fecha próxima a la que Alejandro Pumarino vio por vez primera la luz en este Gijón del alma. Recuerdo esa zona, próxima a los astilleros, casi como marginal, tan alejada del área de ambiente nocturno en Gijón que supone en la actualidad, y con un aspecto parecido al de la fotografía, con la calzada empedrada y las vías, no recogidas en la imagen, llenas de barro y suciedad de la industria naval vecina. En el fondo, y aunque cualquier tiempo pasado no fue mejor, echa uno de menos ciertas cualidades de aquel tiempo lejano, más entrañable y próximo, y sobre todo en algunas zonas de la villa, en las que la actual moda de consumir sustancias psicotrópicas y un buenismo social de difícil explicación, transforman el ocio en una aventura que puede terminar resultando peligrosa.