Si nos seguís en Facebook o Instagram ya sabéis que hemos tenido la suerte de viajar por Marruecos en furgoneta camperizada Stitch. El país vecino tan cercano y tan exótico a la vez nos ha encantado, aunque hemos recorrido más de 4000 km., nos da la sensación de que tenemos muchísimo que conocer aún y que este viaje solo ha sido la primera toma de contacto. En esta primera parte os vamos a contar sólo parte de nuestra ruta: desde Ceuta hasta las dunas de Erg Chebbi, en Merzouga, pasando por Chefchaouen, Volubilis, Méknes, Fez, la región de Ifrane, el Atlas y las Gargantas del Ziz.
Un recorrido lleno de cambios radicales de paisaje que realmente no hubiéramos disfrutado igual sin nuestra furgo. Ha sido una experiencia buenísima e increíble y nos ha gustado tanto que antes de irnos ya estábamos planeando otra visita.
Antes de ir intentamos informarnos todo lo que pudimos para sacar el máximo partido de nuestros días allí. Así que ahora nos gustaría ayudar a los que estéis pensando en ir pero no sepáis por dónde empezar compartiendo nuestra ruta y nuestras experiencias. Aun así os recomendamos una cosa… improvisar, improvisar e improvisar… es lo mejor que podéis hacer en Marruecos en furgoneta.
Estamos preparando una serie de entradas resolviendo las dudas más frecuentes que nos surgieron a nosotros antes del viaje como el cruce del estrecho con furgo o autocaravana en el ferry, la conducción y estado de las carreteras, dónde dormir… De momento empezamos con esta primera parte de nuestra ruta! Poneos los cinturones, que arrancamos!
En el siguiente mapa podéis ver toda nuestra ruta:
Nuestro viaje comenzó en el ferry de Algeciras a Ceuta, donde cruzamos la frontera con Marruecos después de alguna sorpresa administrativa que terminó por resolverse sin mucho problema (pero con mucho tiempo de espera) y pusimos rumbo directo a Chefchaouen.
Chefachaouen o Chauen, también es conocido como “La Joya Azul” y desde luego que el nombre le va al pelo. La Medina está totalmente pintada de blanco y ese azul característico que ayuda a refrescar y ahuyenta los insectos en verano.
Se cree que el nombre de Chefchaouen (Shifshawen) procede del árabe shuf (mira) y el rifeño ashawen (los cuernos), refiriéndose a los picos de las montañas que se pueden ver desde sus serpenteantes callejuelas.
La verdad que no podíamos esperar una mejor introducción a Marruecos: una Medina muy tranquila rodeados de azul (el color favorito de Ceci) viendo corretear a los gatos por el laberinto de calles rodeadas por los picos del Rif que parecen proteger a Chefchaouen.
Allí tuvimos nuestro primer contacto con los cámpings de Marruecos y con el tahin! Pero ya os contaremos todo con tranquilidad en otra entrada.
Nuestra siguiente parada fue Volubilis, situada a unos kilómetros al norte de Meknes. Se trata del monumento arqueológico mejor preservado de Marruecos y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Fue una gran ciudad romana que en su momento de máximo esplendor llegó a tener 20.000 habitantes!
Sólo se ha excavado la mitad de las 40 hectáreas que se cree que ocupa el yacimiento y se puede encontrar todo tipo de edificios. Desde las mansiones de los más adinerados, hasta el capitolio, la basílica, los baños públicos, el arco del triunfo y por supuesto el burdel. En muchos de ellos se encuentran maravillosos mosaicos que no tienen nada que envidiar a los que se pueden encontrar en los museos más prestigiosos del mundo.
La verdad que todo está en muy buen estado de conservación y paseando por allí prácticamente solos, era muy fácil imaginarse la vida en aquella gran ciudad ( como podéis ver en el pequeño dibujo que hemos hecho en una de las fotos). Viendo el sistema de desagüe, las alcantarillas, las bañeras, las columnas en esos patios… realmente es algo que no os podéis perder!
La verdad que en nuestros viajes solemos buscar mas naturaleza que ciudades, pero al ser nuestra primera vez en este país, no podíamos pasar por Meknes (o Mequínez) y Fez sin dar al menos un paseo por ellas.
En Meknes dejamos a nuestra furgo Stitch en un parking vigilado y nos acercamos a ver Bab el Mansour, la puerta imperial más impresionante de Marruecos. Es realmente preciosa y llena de detalles.
Cruzamos por una puerta lateral y dimos un pequeño paseo por el barrio amurallado, viendo algunos talleres de colchones y numerosas tiendas de souvenirs y artesanías. Febrero no es época de visitas turísticas y sólo vimos turistas de otras zonas de Marruecos (pocos extranjeros) visitando Meknes y haciéndose fotos.
También visitamos la plaza El-Hedim frente a Bab el Mansour. Es la hermana pequeña de la Plaza Yamaa el Fna en Marrakech y también es mucho más tranquila. Llena de cafés con terrazas en uno de sus lados que te ofrecen su menú a cualquier hora del día (como en todo el país).
Finalmente nos decidimos por un café en las alturas desde donde podíamos ver toda la acción de esta enorme plaza mientras tomábamos un té con menta.
Después de un día tan ajetreado y para aprovechar al máximo los pocos días que estuvimos allí, nos dirijimos a Fez que está muy cerquita de Meknes.
Allí y ya con las últimas luces de la tarde recorrimos parte de la Medina con Hamza. Un chico que conocimos en el aparcamiento y que hizo de guía y nos enseñó su Medina de Fez.
Y decimos SU Medina de Fez porque no nos llevó por las típicas calles por las que los guías de los hoteles llevan a los turistas. Nos enseñó la medina en la que él creció y en la que sigue viviendo junto con sus hermanos pequeños y su madre.
Aunque vimos algunos de los monumentos y lugares típicos que se enseñan al turista (como la archiconocida curtiduría Chouwar, recientemente reformada) También vimos su parque favorito, donde él creció y desde donde se ve gran parte de la medina, callejuelas abarrotadas de niños que salen de las escuelas que existen en medio del laberinto, el mercado de animales (vivos y muertos) y frutas y verduras, y el mercado de ropa y utensilios donde no vimos ni un sólo turista entre los cientos de personas de todas las edades, motocarros, bicicletas y burros…
Hamza nos llevó por callejuelas que se convertían en túneles subterráneos que serpenteaban por la oscuridad y de pronto salían en medio de una plaza llena de vida!
No os vamos a mentir, la medina de Fez fue un poco abrumadora! Y más después de pasar la mañana en Volubilis y hacer parada en Méknes que son todo tranquilidad y paz. Pero no cambiamos la experiencia por nada del mundo!
Al día siguiente salimos por el sur de Fez para cruzar el Atlas y dirigirnos al desierto de Merzouga. Un cambio de planes, ya que en un principio no íbamos a bajar tan al sur, pero una vez allí decidimos que no podíamos estar tan cerca de la entrada al tercer desierto de arena más cálido y más grande del mundo y no bajar a verlo!
Así que tomamos la carretera hacia el sur pasando por unos paisajes nevados que nos sorprendieron mucho. Bosques de cedros y pinos nevados y gente bajando las laderas en trineo no es lo que visualizas cuando piensas en Marruecos. Aquí comienza la región del Atlas Medio, y la provincia de Ifrane es donde van los habitantes de Fez a refrescarse en verano y a esquiar en invierno.
Poco a poco la nieve fue dejando paso a llanuras extensísimas desde las que se podía ver perfectamente la pared que es la cordillera del Átlas. Tuvimos que parar varias veces a sacar fotos porque realmente era un espectáculo.
Desgraciadamente cruzamos el Alto Atlas con poca luz así que no os podemos traer muchas fotografías, pero nos dirigimos a pasar la noche en las Gargantas del Ziz y después de haber llegado en noche cerrada, nos despertamos en medio de unas gargantas imponentes. Ya estábamos en la zona del Anti-Átlas.
Una región de montañas, mesetas, cañones y gargantas en los que se veían de vez en cuando antiguos castillos y kasbahs (alcazabas o ciudadelas), algunos en ruinas y otros perfectamente conservados. Todo el paisaje era ya muy seco y desértico a excepción de las zonas de los oasis que contrastaban con su palmeras y verdes campos de henna.
Uno de los oasis en los que paramos es, además, un camping y zona de recreo y de descanso para los viajeros: la Source Bleu o Fuente Azul de Meski. Pronto os contaremos la historia de este lugar tan tranquilo y especial donde podéis daros un baño en sus aguas cristalinas de manantial si la temperatura acompaña y hasta quedaros a dormir en la zona acondicionada.
Allí conocimos a Yusef que nos invitó a un té y con el que estuvimos charlando un buen rato. Hasta nos enseñó a ponernos un turbante al estilo tuareg! Ya estábamos preparados para el desierto. Aunque la verdad es que nada te prepara para el desierto, por muchas fotografías y vídeos que hayas visto, la experiencia es inexplicable.
Desde allí seguimos bajando por cañones y gargantas salpicados de oasis. Cruzándonos con los lugareños en sus burros cargados de plantas de henna, pasando por puertas imponentes de pequeños pueblos y parando de vez en cuando a intentar absorber todas aquellas vistas nuevas para nosotros.
Aquellas señales de “Peligro! Camellos cruzando” ya nos anunciaban que nos acercábamos a las dunas de Erg Chebbi en Merzouga.
Después de recorrer kilómetros de planicies impresiona ver las dunas a lo lejos. Como un muro imponente de arena anaranjada.
Poco a poco íbamos adivinando el pueblo que vive a los pies de Erg Chebbi: Merzouga. A las afueras nos encontramos con Ahmed del hostal “Chez Les Habitants” que nos invitó a un té de hierbas digestivo y a partir de ese té y de esa charla (la primera de muchas) con Ahmed, empezó nuestra aventura en el desierto.
Aunque os contaremos todo con más detalle en otra entrada, os podemos adelantar que esta fue la mejor experiencia de todo el viaje. Realmente el nombre de “Quiet Merzouga Desert” le va como anillo al dedo. Todo fue tranquilidad y buen rollo con Mohamed, Said y Hassan como podéis ver en las fotos.
Recorrimos las dunas durante aproximadamente una hora para llegar al campamento en el momento justo de ver una puesta de sol increíble. Después cenamos, escuchamos, tocamos y hasta bailamos música tradicional con aquellos chicos bereberes y una pareja de jóvenes alemanes. Aquella noche dormimos como reyes del desierto en la cama de la haima bajo montones de mantas.
Nos despertamos frescos bien temprano para disfrutar de un amanecer alucinante que nos dejó sin palabras. Después desayunamos y volvimos de nuevo en dromedario a “Chez Les Habitants”
La verdad es que nos sentimos tan a gusto y cómodos con Ahmed y su familia que nos quedamos todo ese día y otra noche mas. Convertimos la haima del patio en nuestra oficina y desde ahí trabajamos, comimos y charlamos con Ahmed todo el día menos cuando dimos un paseo con las bicis por el barrio.
En estos días aprendimos el significado de la palabra “AMAZIGH”, el pueblo, la cultura, la filosofía de vida. Tan similar a la de la comunidad furgonetera, autocaravanera y nómada en general.
Fue una pausa muy necesaria entre tantos kilómetros recorridos y tantas cosas que estábamos descubriendo. Así pudimos descansar un poco y prepararnos para lo que quedaba de viaje.
Con todo el buen rollo del mundo y con las pilas recargadísimas, al día siguiente recogimos a nuestra furgo Stitch del parking que compartió con un burrito esas dos noches y nos dirijimos al Valle del Draa por la carretera menos transitada, la N-12.
Pero eso ya os lo contaremos en la segunda parte! Donde también os contaremos nuestra visita al Valle del Draa, en concreto a Zagora, y la vuelta hacia el norte, volviendo a pasar por el Atlas, para llegar a Marrakech y después ir hacia la costa para conocer Essaouira y Sidi Kaouki para disfrutar de unas buenas sesiones de Kitesurf y ya llegando al final de nuestro viaje, El Jadida y nuestra vuelta a la península por Tanger Med.