La reciente muerte de dos montañeros españoles en la cordillera del Atlas, uno de ellos por la falta de preparación de los rescatadores marroquíes y por la negligencia de ambos gobiernos, ha colocado la lupa de la opinión pública sobre el eterno problema del vecino del sur, puerta o causa de casi todos los males de España.
Marruecos utiliza con maestría el victimismo. Cuándo un español sufre un accidente en Marruecos, es porque es un imprudente, pero si es un marroquí el que lo sufre en España es por el racismo español.
Si un español necesita ayuda en Marruecos se le hace esperar seis días, hasta que muera, pero si es al revés hasta morir, se moviliza a la Guardia Civil, Cruz Roja, Protección Civil y, si fuera necesario, al mismo Ejército. Las distintas reacciones son la consecuencia del maldito cóctel que domina las relaciones mutuas: victimismo, odio a España, chantaje constante, miedo, cobardía e ineptitud política.
Si un español muere por estar días a la espera de ayuda la culpa es de él, por ser un irresponsable, pero si un morito se ahoga en medio del mar, la culpa es de la Guardia Civil, de sus mandos, el delegado del gobierno, del ministro, del presidente y hasta el rey.....
Si por desgracia se hunde una patera frente a Alborán, tenemos a los políticos de la oposición y a la batería madiática "progre" pidiendo solidaridad y responsabilidades, pero si un gaditano y un granadino mueren en las montañas marroquíes escucharemos eso de... "pues ya saben a lo que van...y ellos se lo han buscado".
Si en España se realizara una encuesta que preguntara a los ciudadanos si consideran a Marruecos un país amigo, descubriríamos la verdad preocupante de que Marruecos es el único país del mundo por el que los españoles, casi en su totalidad, sienten enemistad y rechazo.
Ese sentimiento no es nuevo ni pasajero sino que está arraigado en la cultura española desde hace demasiados años, alimentado por hechos como la conquista musulmana de España en el siglo VIII y la posterior Reconquista, las sangrientas guerras españolas con los rebeldes del Rif a principios del siglo XX, la participación de tropas de choque marroquíes en la Guerra Civil Española, al lado del ejército de Franco, y por una actualidad compleja caracterizada por las tensiones fronterizas, la reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla, la Marcha Verde, el doloroso asunto del Sahara, la invasión de los inmigrantes ilegales que cruzan el estrecho y la actitud conflictiva y delictiva de muchos inmigrantes marroquíes establecidos en España.
La nueva amenaza para Occidente que representa el yihadismo, también llega a España desde Marruecos, donde miles de voluntarios se entrenan en las filas del llamado Estado Islámico para matar infieles.
El problema marroquí ha sido un quebradero de cabeza para los gobiernos españoles desde hace siglos. Esos problemas se han resuelto a veces con la guerra, pero la mayoría de las veces transigiendo y comprando la paz, como hizo el gobierno de Zapatero, que pagaba ingentes cantidades de dinero a los marroquíes, incluyendo viviendas, becas y otras ventajas para ministros y cortesanos.
La distancia que separa a la sociedad española de Marruecos es un hecho real y preocupante, aunque los políticos españoles lo oculten y consideren al país vecino como "amigo".
Los empresarios españoles han expresado repetidas veces que prefieren contratar a latinoamericanos y a inmigrantes centroeuropeos antes que a los marroquíes, que llegan con actitudes más conflictivas y a veces hostiles, como si se consideraran con derechos especiales en España.
Marruecos es la peor pesadilla de España, un asunto grave que empeora porque los políticos españoles, generalmente ineptos, nunca han sabido como resolver la molesta y peligrosa cuestión marroquí.