Marruecos. Quinta etapa (2): La historia de Mama y Saïd

Por Amurielpina
 En pleno desierto de Erg Chebbi, fuera de la dunas sobre tierra volcánica, vive Mama. Su hogar es una haima y una pequeña construcción de adobe para resguardarse de la lluvia.   El agua que utiliza para beber y cocinar la recoge en garrafas de una pequeña fuente situada a un par de kilómetros, y la comida le es suministrada por su hermano, que vive en un poblado a varios kilómetros de distancia, los donativos de varios albergues cercanos y de algún turista perdido por la zona, como fue nuestro caso. 
La increíble historia de porqué vive allí en esas condiciones es la siguiente. Ella vivía junto a su marido, la madre de éste y sus 5 hijos, hasta que su suegra la expulsó, no permitiendole ver a sus hijos. Mama se instaló a excasos 600 metros, donde vive ahora. Con unas mantas y telas se construyó una haima y con la ayuda de trabajadores de un albergue cercano, al ver que en época de lluvia su haima hacia "aguas" por todos lados, construyeron un refugio de adobe. Su hermano y el dueño del albergue le ofrecieron habitación donde vivir, pero ella se negó en rotundo.

Mama dijo que si no podía vivir con sus hijos, por lo menos quería verlos crecer en la distancia, y eso es lo que hace todos los días. Uno de ellos, Saïd (significa feliz en árabe), de unos 5 años, todos los días corre a ver a su madre. Es un niño inquieto, curioso, cariñoso y adora a su madre. No quiere ir a la escuela, quiere ser pastor como su padre.

La amabilidad de Mama fue extraordinaria. Nos preparó un rico té y unos cacahuetes los cuales nos peló. Oídos sordos hizo cuando le dijimos que ya lo haciamos nosotros. Es increíble ver como gente que apenas tiene nada en la vida lo da todos por unos extraños. Para reflexionar.


Después de enseñarle a Saïd las capturas de nuestras cámaras y haber jugado con él decidimos continuar nuestro viaje ante la llegada de la noche. Saïd no quiere que nos vayamos sin subirse al coche y dar una vuelta a la haima. A pesar de todo, ni se le pasa por la cabeza marcharse con nosotros y está deseoso de volverse a bajar, porque allí está su madre y su casa.