El 20 de octubre de 1884, el Apóstol le escribió a Máximo Gómez -con quien se encontraba enfrascado en la preparación de una tercera contienda por la libertad de Cuba- la polémica carta que este recibiera como un “insulto”. Pero cierto es que, por encima de la admiración que le profesara Martí a Gómez y a Maceo, a quienes catalogaba de héroes, no permitía que los militares accedieran al poder por considerar que una sociedad civil solo debe ser guiada por otro civil. En ese entonces, ya Martí conocía que los militares eran una enfermedad para la democracia.
Y el Maestro, con esa sabiduría profética, le escribió a Gómez, superando el deslumbramiento y respeto que sentía: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento”.
Por supuesto, Gómez y Maceo, con su visión militarizada, y probado que sus intenciones eran de un amor desmedido hacia una Cuba libre, no entendieron a aquel joven menudo que jamás había participado en un combate, a pesar que de más joven aún, ya tenía el corazón sufrido y su cuerpo con cicatrices de la cárcel política.
Jamás Martí hubiese aceptado ese rigor militar con que Fidel Castro decidió gobernar nuestro archipiélago desde 1959. Conociendo la soberbia de Castro, y sus ambiciones desmedidas, es lógico suponer que Martí en absoluto lo hubiese apoyado. Un escollo en el camino del Comandante en Jefe, como marca la historia, lo hubiese apartado.
Como si fuera poco, y para más manipulación de Castro, se llamó “Generación del Centenario” a estos traidores al pensamiento martiano porque decidieron asaltar los Cuarteles el 26 de julio de 1953, en el año del centenario del nacimiento del Apóstol. Nada tan equivocado y cínico.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión Unidad de Guardafronteras. La Habana. Diciembre de 2014.