Martín Scorsese - "Silencio"

Publicado el 19 enero 2017 por Juancarlos53
En 1635 se promulga en Japón el denominado "Edicto Sakoku" por el cual se instaura una política aislacionista en las islas niponas. Los puntos esenciales del edicto eran: los japoneses no podían abandonar Japón; el Cristianismo, que había prendido en algunas almas niponas desde los años 40 del siglo anterior por la predicación de Francisco Javier, queda terminantemente prohibido siendo todos sus practicantes severamente castigados en caso de persistir en su fe; y, por último, se restringe la actividad comercial de chinos y holandeses a enclaves muy determinados.
En este ambiente de persecución religiosa, en 1637 dos jóvenes jesuitas portugueses -Sebastiao Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garrpe (Adam Driver)- deciden partir a Japón desde Macao para dar con el paradero del que fue su maestro y mentor, Cristovao Ferreira (Liam Neeson), del que nada han vuelto a saber desde las terribles persecuciones contra los cristianos desatadas tras la aplicación del edicto Sakoku. Antes de dar con él se topan con varias comunidades cristianas que están sufriendo los estragos desatados por el Inquisidor Inoue (Issei Ogata) que fuerza a los cristianos, especialmente a sus sacerdotes, a abjurar de sus creencias bajo el chantaje de que así podrán salvar su vida y la de los humildes seguidores de su fe. Plantea el film, pues, la duda terrible entre ser fiel a las creencias predicadas y no pisotear los símbolos de la Religión (imágenes de la Virgen, del Altísimo o de Jesucristo) aunque tal actitud conlleve el sufrimiento para los inocentes conversos, o bien, hacer declaración pública de apostasía de manera que los nuevos adeptos abandonen sus nuevas creencias.
¿Qué hacer en tal situación? Rezar, pedir ayuda a Dios, escuchar su voz..., es lo pertinente. Pero la respuesta es un terrible y sonoro silencio. El silencio de Dios. ¿Qué habría hecho el mismísimo Cristo si se hubiese encontrado durante sus años de predicador en tal tesitura? ¿Habría preferido morir aunque su muerte conllevase el castigo y persecución de sus seguidores o habría abjurado de sus creencias por amor a sus semejantes? Terrible duda y terrible elección.  Y Dios, ahí, siempre, en silencio.
Martin Scorsese, director y autor junto a Jay Cocks del guión, adapta la novela de Shusaku Endo, publicada en Japón en 1966 y que recibió ese año numerosos premios. Tanto la novela como el film centran el foco sobre el padre Rodrigues que, tras separarse de su compañero el padre Garrpe a quien verá morir junto a los conversos en defensa de su fe, alcanzará a ver al padre Ferreira que vive casado y dentro de la fe budista colaborando con las autoridades niponas en la detección de cristianos ocultos.
Soy admirador de la obra de Scorsese: "Malas calles" (1973), "Taxi Driver" (1976), "Jó, qué noche" (1985), "El color del dinero" (1986),  "Uno de los nuestros" (1990), "La edad de la inocencia" (1993), "Shutter Island" (2010), "El lobo de Wall Street" (2013), y tantas otras. No sé por qué pero en mi imaginario personal Martin Scorsese era el realizador de filmes que planteaban, sí, la lucha entre el bien y el mal, pero casi siempre en términos de actuaciones dentro de una sociedad cada vez más secularizada. Obviaba, como he venido a recordar gracias a la magnífica reseña de José Manuel Cruz en las páginas de MoonMagazine [leer su reseña aquí], otros títulos suyos como "La última tentación de Cristo" (1988) que sí la conocía, y "Kundun" (1997) de la que confieso mi total ignorancia. Al considerar estos antecedentes y ver ahora "Silencio" he caído en la cuenta de que las preocupaciones de Scorsese no eran superficiales sino que enraizan profundamente con una religiosidad en conflicto presente en su filmografía en la que, como afirma José Manuel Cruz, "late una honda preocupación moral donde los temas de la elección entre el bien y el mal, la culpa, la penitencia y la redención tienen un enorme peso específico".

Durante las algo más de dos horas y media que dura la película pugnaban por abrirse paso en mi cabeza algunos de los versos que Blas de Otero escribió en "Ancia" (1958) en los que junto a su fe muestra las dudas que la falta de respuestas le ocasionan, la desesperación a la que le aboca el silencio de Dios. Como Blas de Otero al final de su poemario, el padre Ferreira ha tomado  la determinación de cambiar de interlocutor, de mudar sus prioridades, y dirigirse a los hombres
PODEROSO SILENCIO
Oh, cállate, Señor, calla tu boca
cerrada, no me digas tu palabra
de silencio; oh Señor, tu voz se abra,
estalle como un mar, como una roca

gigante. Ay, tu silencio vuelve loca
el alma: ella ve el mar, mas nunca el abra
abierta; ve el cantil, y allí se labra
una espuma de fe que no toca.

¡Poderoso silenciol poderoso
silencio! Sube el mar hasta ya ahogarnos
en su terrible estruendo silencioso.

¡Poderoso silencio con quien lucho
a voz en grito: grita hasta arrancarnos
la lengua, mudo Dios al que yo escucho!
(Blas de Otero 'Angel fieramente humano')CONMIGO VA

Cinco años
y una noche
anduve fuera
de mí.
Vuelvo
a mi ser,
doy
un paso atrás
(tres
adelante).
Anduve
viendo,
yendo
y viniendo.
Oh tierra
de todos.
Vuelvo
a mi sitio,
doy
un paso atrás
para ver
mejor.
Oh inmensa
soledad.
Sálvame.
Háblame, escúchame, oh inmensa
mayoría. 
(Blas de Otero 'Redoble de conciencia')Otro escritor de nuestra órbita cultural que venía y se iba de mi pensamiento continuamente durante la proyección fue, naturalmente, Miguel de Unamuno, en especial, pero no sólo, por su novela breve "San Manuel Bueno, mártir". No hay otro intelectual español que se haya debatido tanto entre Razón y Fe, precisamente el asunto que se dirime en "Silencio". Esos pueblos convencidos de la santidad de sus pastores (Manuel Bueno, Ferreira, Rodrigues...) y los propios conductores, depositarios y transmisores de la Fe que dudan, que no saben a ciencia cierta si sus creencias hay que mantenerlas a machamartillo. De nuevo me asalta Blas de Otero con su brutal -¡y cierta!- y poética definición  de 
“Hombre” 
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,al borde del abismo, estoy clamandoa Dios. Y su silencio, retumbando, ahoga mi voz en el vacío inerte. 
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenertedespierto. Y, noche a noche, no sé cuandooirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablandosolo. Arañando sombras para verte. 
Alzo la mano, y tú me la cercenas. Abro los ojos: me los sajas vivos. Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas. Ser – y no ser – eternos, fugitivos. ¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Para finalizar querría hacer una referencia a la música en una película que hace del silencio el centro de la misma. Una amiga me preguntó si me había dado cuenta de que no había música. ¿Cómo? Luego al leer la ficha de la película en los créditos vi que Kim Allen Kluge y Kathryn Kluge eran los responsables de la misma. ¿Hay música o no hay música? Sí que la hay, aunque no es la música a la que otros filmes de Scorsese ("Uno de los nuestros", , "Jó, qué noche"...) nos tienen acostumbrados. No es una música que se imponga y llene la escena sino todo lo contrario, es una música contenida que realza las escenas más espectaculares pero que enmudece y queda reducida al escueto sonido de una campana budista en otros momentos no menos solemnes como el del entierro del protagonista. No es, pues, la música típica de las películas de Scorsese, profundo conocedor de la misma y amante de la de los años 60, 70 y 80, cuyos temas ha dejado esparcidos por la mayoría de sus realizaciones (un magnífico ejemplo es la BSO de "El lobo de Wall Street"). También en este aspecto, "Silencio" es una película muy distinta de las anteriores del director italoamericano, pero al igual que la mayoría de éstas merecedora de la calificación de 10.