Martín Vázquez Grillé | Pequeños botes cruzando lo negro del río
o al menos, un baño de aire fresco sentada en el umbral.
Enfrente los chicos juegan con palabras que ya nadie dice
nombran el verde oscuro
como un árbol lejano que sobresale en el descampado
y vos no ves la hora de reunirte con tus amigas
tus hermanas, danzarinas de sábado a la tarde, soñadoras en un bosque
cerrado y terso como una diminuta caja de cristal.
El frío está al caer, de un momento a otro habrán pasado
los días de regar la santa rita
quisieras que en la siesta, alguien viniera a decirte
las palabras que ya nadie nombra.
a salir a mojarnos los pies, y la plaza
vacía de enfrente se entregara a lo rojo de la luz
podríamos sentarnos a conversar
de las heladas anteriores
de los muertos que el frío dejó en la cuadra:
casi todos viejos que no atinaron
a prender las estufas y en un estado
parecido a la gracia permanecieron durante días
mirando el techo, las manchas de las filtraciones
en el cielorraso, cada tanto una gota desprendiéndose,
sin mover una sola pestaña
creyendo, quién sabe, que morir es una cosa
tan deslumbrante, tan encantadora
como un callejón enorme
con una pequeña abertura en la esquina.
aunque todo esté distinto ahora y tus vestidos
ya no se amontonen en el ropero
ni se escuche el silbato del afilador
a la mañana, temprano, con una música imprevista
como el verano recién llegado al patio, las islas
de luz haciéndose más anchas cada día
y tus flores recién cortadas
llenando los floreros de la casa donde crecimos
y vimos el agua entrar para llevárselo todo
y algunos años después, nos despedimos, junto a tu cama
mientras mirabas hacia arriba y el mundo se paraba
para no moverse nunca más.
Martín Vázquez Grillé (Buenos Aires, 1976), Pequeños botes cruzando lo negro del río. Viajero insomne. Buenos Aires. 2014.