Mártir sin florituras

Publicado el 13 noviembre 2011 por Rehlu
Posiblemente si no fuera por el inminente y esperado estreno de Shame (2011), no hubiera llegado a mis manos la alabada ópera prima de su director, Steve McQueen. Hunger (2008) no consiguió distribuidora en nuestro país, conformando un triste ejemplo de que el cine no es sólo arte sino negocio. Es evidente que no estamos ante un producto de masas pero tampoco ante una cinta dirigida a una minoría intelectual. Lo que resulta curioso es que no se haya promocionado un título que cuenta con una excelente crítica y la Cámara de Oro a mejor ópera prima en el festival de Cannes.
Hunger narra con brío los duros acontecimientos que se sucedieron en una prisión de Irlanda del Norte durante 1981, en la que los presos del IRA reivindicaban los mismos privilegios que los presos de guerra y no ser tratados como criminales, dando lugar a la primera huelga de hambre ante la negativa del gobierno comandado por Margaret Thatcher.
McQueen otorga a las imágenes el peso de la cinta aparcando a un lado el guión. Desde los primeros planos en los que unos nudillos ensangrentados bajo una gélida fotografía nos hacen cambiar el semblante vamos adentrándonos en una cadena de incómodas secuencias difíciles de digerir pero necesarias para alcanzar el clímax al que su director nos quiere encaminar.
Aparte de los fotogramas estudiados milimétricamente, el otro gran acierto de la cinta es Michael Fassbender. Interpretar es algo más que parafrasear textos y esto es algo que todo actor debería tener en cuenta. Para encarnar a su personaje el cambio físico era necesario. Sin embargo más complicado que la dieta estricta a la que tuvo que someterse fue prepararse psicológicamente para defender un ideal con la fuerza actoral que emplea. Su interpretación merece todo reconocimiento.
Aplaudo el riesgo de McQueen de tratar un tema político sin medias tintas en su primera andadura cinematográfica, el riesgo de incomodar al espectador con secuencias tan explícitas, el riesgo de dejar la cámara en el mismo plano durante un cuarto de hora siendo testigo del debate sobre la moralidad del suicidio y, sobre todo, que ahora con Shame se reconozca su valía para dar a conocer su escalofriante y magistral ópera prima.
Lo mejor: la elegante dirección de McQueen y la desgarradora interpretación de Fassbender. El poso que deja en el espectador.
Lo peor: que las distribuidoras nacionales no hayan apostado por ella.