Esta égloga lírica en dos actos, tal y como la definieron los autores, es en efecto, como se precia de recordarnos Paco Azorín, responsable de la dirección escénica y la escenografía de esta nueva producción, un auténtico canto a la tierra gallega y sus gentes, con el elemento popular como latido constante de toda la obra, tamizada por la marcada huella personal de su genial autor musical. Una bellísima, magistral partitura de altos vuelos líricos que apunta a una dirección muy concreta, la de la ansiada renovación del teatro lírico nacional, y en la que aclimata algunos de los principales lenguajes musicales de su tiempo, con el contemporáneo verismo y un wagnerismo evolucionado como recursos muy presentes de expresión dramática. Por encima de todo, afán de regionalismo y tradición, pero con vocación universal.
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