La educación recibida de su tío, en la que es básica el amor a los libros, le permite calmarse poco a poco del dolor de la pérdida. El arte de la conversación, no guardar rencor, aceptar las propias limitaciones, alimentar el carácter con lo que nos hace felices, serán sus inspiraciones en ese momento negro de su vida.
Clark se muestra una excelente lectora que sabe dialogar con sus autores favoritos. “No podía separar los libros de mi vida verdadera. Los libros eran la vida”. Hazlitt, los moralistas franceses, Dickens y otros escritores son tan reales en su vida como las personas de carne y hueso con las que se relaciona. Un libro sencillo, sobrio e íntimo que nos anima a leer mejor.