Bajo la denominación Ni un paso atrás en nuestros derechos, nosotras decidimos, colectivos agrupados en la plataforma Movimiento Feminista de Sevilla, formado por múltiples asociaciones y mujeres a título individual, organizarán toda una batería de propuestas con las que intentarán “apropiarse del espacio público y compartir experiencias”. Además de la manifestaciónque recorrerá el sábado el centro de la ciudad, están previstas una perfomance en la Alameda, una piñata anti-Gallardón en las “setas” de la Encarnación, una asamblea que tratará sobre la crisis y precariedades vitales, la obra de teatro, Patricia David: Historia de Mujer, en el Teatro del Duque, un taller de Guerrilla de la comunicación feminista, una concentración para inscribirse en el Registro de la Propiedad con el lema Registramos nuestros cuerpos contra la reforma de la ley del aborto, diversas charlas, como la que se impartirá en la Universidad Pablo de Olavide acerca de La reivindicación del Derecho al Aborto en nuestro país, la presentación de un escritoen el Palacio Arzobispal sobre el derecho a decidir, además de exposiciones, entrega de premios, poesía, música y otras actividades que posibilitarán la denuncia de la situación que aún padece la mujer en pleno siglo veintiuno.
Enmascarados en hábitos y costumbres sociales que minimizan el machismo y la misoginia en las relaciones de pareja, la desigualdad de género y otras discriminaciones legales que sufre la mujer favorecen, en casos extremos, la aparición de una violencia que es imposible erradicar de forma definitiva en nuestras sociedades. La envergadura de este problema queda de manifiesto en un estudio reciente de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE, encargado por el Parlamento europeo, según el cual más de 62 millones de mujeres en Europa han padecido violencia física o sexual, más de 100 millones han sido acosadas sexualmente y 10 millones han sido privadas de su libertad incluso dentro de sus propias casas.
Aparte de otras explicaciones y consideraciones, no es que los nórdicos sean más machistas que los del sur. Sino que, a mayor concienciación, mayor capacidad de denuncia de estas lacras que explotan a la mujer como ser subordinado al hombre. Los acosos sexuales, los “techos de cristal” que impiden la promoción de la mujer, la discriminación laboral y salarial y un paternalismo trasnochado que persigue el mantenimiento de privilegios y desigualdades por razón del sexo, son algunas de las causas que mueven a la mujer a reivindicar sus derechos, a no renunciar de sus conquistas legales y a exigir la ruptura de un tipo de relación patriarcal por otro basado en la equidad y la igualdad en la pareja.
Existen, por tanto, sobrados motivos para teñir de violeta el mes de marzo en Sevilla y en el mundo. Para no cejar en el empeño de que la mujer detente los mismos derechos que el hombre y goce de las mismas oportunidades para su desarrollo personal y profesional, sin que deba estar sometida o tutelada ni por el hombre, ni la iglesia ni el gobierno. Desterrar el machismo que hace prevalecer discriminaciones y conduce a la violencia de género es una tarea que incumbe a todos, no sólo a las feministas. Porque los Derechos Humanos han de estar vigentes en todos los países y amparar a todas las personas, sin distinción. Hasta que ese objetivo no se cumpla, al menos, en relación con el trato a la mujer en nuestro país, el Día de la Mujer debería celebrarse no sólo cada 8 de marzo, sino todos los días del año. Por una cuestión de dignidad. Y la dignidad no tiene sexo.