El humano juega un papel casi tan importante como el de la naturaleza, los paisajes absorben y convierten en miniaturas a los hombres y mujeres que, siendo justos, son meros secundarios en una historia donde lo que escapa a nuestras manos absorbe la incertidumbre del por qué. Planos como el de los percebeiros luchando contra una muy posible muerte a causa de una marea enfurecida que no les quiere allí, pero somos parte del juego, y jugamos. A veces perderemos, otras ganamos. Aunque la victoria sea a la larga un engañabobos.
El filme transcurre durante dos días a lo largo de uno de los lugares más conocidos no sólo de Galicia, sino también a nivel global, por su misticismo e historia, algo que se encargan de contarnos los secundarios partícipes. Puede que en esto los de aquí, los de estas tierras, encontremos un punto débil, pero fuera de aquí, siendo ese su mejor y mayor target, lo agradecerán. Importante es el constante angular que nos muestra el cuadro, donde somos hormigas a los ojos de quién nos mire con objetividad, aunque a pie y altura de metro y medio nos creamos dioses, sólo somos eso, ínfimos granitos de arena.
Un punto fuerte del uso de los muy pocos planos cercanos de las gentes, es sin duda, cuando se invierten los papeles. En los gran angulares la naturaleza y su poder, en gran medida sea evidente o sea poética, se come nuestra carne y nuestro hueso hasta hacernos casi imperceptibles, en cambio y en muy pequeños instantes, cuando más cerca vemos la presencia de "el hombre" es cuando hacemos frágil nosotros a la Tierra. El poder de destrucción en la Costa da Morte no es sólo mística, mítica, poética o novelística, sino una puñetera y cruda realidad.
"El otro cine Español" que tan buenas noticias está dando al audiovisual patrio y que sólo sirva para hablar de él y no mostrarlo, es triste. Posiblemente nunca, o con mucha suerte, la gente pueda ver algo como Costa da Morte en la TV pública, o privada. En el coloquio final, siempre tan productivo para aprender de la mano de los que están, Martin acertó al decir algo así: "Estamos contaminados por el ritmo de la publicidad y la TV, y no apreciamos el paso del tiempo, otra mirada. En una imagen fija pasa muchas cosas".
Sin duda es una película para disfrutar, para admirar, aunque el ojo común acostumbrado a ritmos vertiginosos se le haga difícil, es cuestión de madurar esa mirada audiovisual. La gente de Noia ha respondido sorprendentemente bien a esta propuesta, así como el pasado año con N-VI de Pela del Álamo.