Shan he gu ren (Mountains May Depart)
Año:
2015
Fecha de estreno:
20 de Mayo de 2016
Duración:
96 min
País:
China
Director:
Jia Zhang Ké
Reparto:
Tao Zhao, Zhang Yi, Liang Jingdong, Dong Zijian, Sylvia Chang
Distribuidora:
Golem
A unos sorprendentemente 45 años, Jia Zhang Ké ya es considerado uno de los grandes autores de la modernidad que se dedican a este bello arte del cine, y muchos no dudarían en reservarle un lugar en el panteón de los más grandes de la historia, aunque todavía siga en actividad. Y es que son sólo 45 años de vida y el director chino ya tiene a su espalda una enorme fama en el ambiente, es el principal impulsor de un cine independiente en China y carga a sus espaldas una de las más grandes y potentes películas que ha visto la luz en este siglo; esa portentosa “Naturaleza Muerta”, donde abordaba unas de las más grandes obsesiones de su cine: la vida de pequeñas personas en ese cambiante país que es China, desde una óptica a medio camino entre lo humano, lo geográfico y lo político. La película que hoy llega a las carteleras, Mountains May Depart(título original difícil y ridículamente pervertido con la traducción), recuerda un poco a su obra magna, en cuanto el protagonismo parece compartirlo tanto los personajes como la propia China, pero sobre todo trae a colación la faceta más experimental del director, una faceta que dejó a varios de sus seguidores más acérrimos en fuera de juego y preguntándose cuáles son los nuevos caminos que el bueno de Jia estaba tomando.
La historia se basa representar momentos clave en la historia de cuatro personajes reconocibles de la China moderna en tres etapas diferentes de la evolución histórica del país. El inicio transcurre en el pasado, específicamente en los 90, la segunda en el presente y el desenlace en un imaginado futuro que el autor crea. El experimento que Jia echa a rodar es por momentos desconcertante, hasta el punto en que los primeros 45 minutos del film podrían pasar fácilmente como una comedia romántica mainstream del montón, quizá algo peor que del montón dado su marcada aparatosidad de algunas situaciones, algo que no dejaron de remarcar sus confundidos seguidores en cada reseña que nos llegaba desde Cannes el año pasado. La búsqueda estilística del autor es clara: busca un inicio muy cercano a las películas románticas de los noventa, imitando muchos de sus elementos pero sin ser irónico ni paródico, pues lo que Jia busca aquí no es reírse sino acompañar, tanto visual como narrativamente, ese momento de alienación cultural que vivió China en los 90, al abrigo de las promesas de gloria que traía Occidente. ¿Qué mejor que recurrir a los elementos tan típicos del cine americano de la época para representarlo? Que la historia nos presente a una adolescente dividida entre el amor de dos hombres, uno pobre y uno rico y progresista, nos da la pauta clara de que el director no sólo nos presenta la vida de Tao, sino de la misma inocente China, a punto de tomar la peor decisión de su vida.