Al comenzar la mañana empezó a trabajar en todo lo que le indicaban, pues Isaac le había dicho que el verano era una de las estaciones donde más se trabajaba y la cosecha acababa de empezar, se veían los surcos y los carros maniobrando entre ellos para recoger, las canastas con las hojas de tabaco que luego llevarían a la casa donde los colgaban y secaban. Otros esclavos le daban de comer a las gallinas y a los cerdos, los cebaban porque muy pronto los matarían.El tiempo pasó y las hojas de tabaco se fueron poniendo doradas, lo que quería decir que estaban bien secas y preparadas para ser vendidas. Todos estaban felices y por lo que veía el hacendado también. En las noches llegaba a las ocho y nueve de la noche cansado, los demás se acostaban de una vez, pero él no podía hacerlo con ese olor a sudor, así que se íba hasta el pozo o se íba hasta el rio, sintiendo la mirada de Ezequiel, que lo vigilaba para que no se escapara. El estaba consciente de eso, y solo esperaba a que el negrero se distrajese lo suficiente para planear otra huída. Comenzó a bañarse sin hacer mucho ruido, no quería que todo el mundo se enterara de lo que hacía a esa hora, ya de por sí les parecía extraño a los demás esclavos, si veían que se bañaba tantas veces como podía, pensarían mucho peor de él. Cuando estaba en la mejor parte de su baño, se le hizo raro que Ezequiel no estuviera pendiente de él, por lo general siempre le hacía saber que estaba allí. Se preguntó que estaría tramando. Siguió disfrutando de su baño y escuchó un ruido, sintió curiosidad y fue a investigar que podría ser, sobre todo a esas horas. Se llevó tremenda sorpresa al ver a una mujer sumergida en el rio hasta la cintura bañándose y murmurando una canción. Se veía feliz de estar así y se pasaba un paño por todo su hermoso cuerpo, la luz de la luna acariciaba su piel, concediéndole más brillo del que ya tenía. Desde donde él estaba la veía de perfil, pero no reconocía su cara. Sabía que era una mujer blanca y que era un espectáculo para los ojos, ya que tenía una cintura pequeñísima y sus caderas redondeadas eran una fantasía, pero sus pechos generosos, de un color marfileño eran para querer estar pegado a ellos, probándolos, mordisqueándolos.Algo se movió entre los matorrales y él inmediatamente se dio cuenta, de donde estaba Ezequiel. El maldito se había distraído de su vigilancia, la cual proclamaba a los cuatro vientos que era la mejor, porque ningún esclavo se le escapaba, por estar espiando a la mujer que se bañaba. No veía muy bien, pero parecía que movía algo con su mano. No quiso perder la oportunidad de humillarlo, apareciéndose de repente delante de él, para que el desgraciado se diera cuenta de que no era tan bueno como decía. Cuando estaba por llegar a él, se distrajo con un ruido desde el río y vio que la mujer, salía del agua mostrando en toda su gloria su deslumbrante belleza, pero cuando observó bien, se dio cuenta de que a la que había estado observando era a su diosa, su hermosa Beth y sintió una rabia cegadora al ver al malnacido y su sospechoso movimiento con la mano. Resulta que el maldito estaba haciéndose un pajazo, mientras miraba a Beth bañarse. Se acercó por la espalda y lo tomó por sorpresa, como había hecho con él, días antes. Le dio un puñetazo en la cara y luego le pecó en la boca, el otro no se defendió al principio por la sorpresa, pero luego lanzó un grito se tiró sobre él. En el forcejeo, los dos cayeron y fueron a dar directamente al río, donde Beth los vio y se quedó atónita tratando de cubrir su desnudez. En algún momento Ezequiel se descuidó y Jeremiah, lo noqueó con una rama gruesa que alcanzó a recoger. Cuando el hombre cayó inconsciente, el inmediatamente se fijo en Beth y en su cara, vio temor. — ¿Qué haces aquí? ¿Me estabas espiando?—No señorita, yo me estaba bañando aquí, cuando escuché un ruido y vi que era usted, pero me encontré con que Ezequiel la estaba espiando y por eso lo golpee. —le mostraba las manos para que ella viera que no íba a hacerle nada. —Este es un lugar muy apartado, no debería venir sola aquí, si en lugar de mí, hubiera sido otra persona la que se hubiera encontrado con usted, hubiera estado en peligro.—Yo se me cuidar Jeremiah, siempre traigo el arma de mi padre.—Con el debido respeto ama, pero en el agua no le va a servir de mucho y si la dejó en tierra, cuando usted hubiera querido agarrarla, sería demasiado tarde.— ¿Tú también mirabas? Porque me parece que tardaste mucho en avisarme sobre tu presencia.Jeremiah, bajó la cabeza. Pensaba que la chica no era ninguna tonta.—Perdone, ama…— ¿Te gustó lo que viste? —no lo dejó terminar lo que íba a decir.El no sabía que decirle, porque si le decía lo que pensaba se exponía a una bofetada. —No le diré nada a mi padre, si me dices la verdad. ¿Te gustó?—Sí. Usted es como una diosa. — le dijo sin pensar.Ella pareció satisfecha con su respuesta. Comenzó a ponerse la ropa, dejando que él viera cada movimiento que hacía con sus manos al colocársela.—Llévate a Ezequiel y que le curen la herida en la cabeza. Mañana le dices que si no quiere que le diga a mi padre que lo azote, será mejor que olvide todo lo que vio.—Sí, ama. Se lo diré. —pero él sabía que era muy poco probable que Ezequiel olvidara lo que había visto y el tampoco lo haría, aunque no dejó de notar que ella había dicho que Ezequiel debía olvidarse de todo, no él.
Al comenzar la mañana empezó a trabajar en todo lo que le indicaban, pues Isaac le había dicho que el verano era una de las estaciones donde más se trabajaba y la cosecha acababa de empezar, se veían los surcos y los carros maniobrando entre ellos para recoger, las canastas con las hojas de tabaco que luego llevarían a la casa donde los colgaban y secaban. Otros esclavos le daban de comer a las gallinas y a los cerdos, los cebaban porque muy pronto los matarían.El tiempo pasó y las hojas de tabaco se fueron poniendo doradas, lo que quería decir que estaban bien secas y preparadas para ser vendidas. Todos estaban felices y por lo que veía el hacendado también. En las noches llegaba a las ocho y nueve de la noche cansado, los demás se acostaban de una vez, pero él no podía hacerlo con ese olor a sudor, así que se íba hasta el pozo o se íba hasta el rio, sintiendo la mirada de Ezequiel, que lo vigilaba para que no se escapara. El estaba consciente de eso, y solo esperaba a que el negrero se distrajese lo suficiente para planear otra huída. Comenzó a bañarse sin hacer mucho ruido, no quería que todo el mundo se enterara de lo que hacía a esa hora, ya de por sí les parecía extraño a los demás esclavos, si veían que se bañaba tantas veces como podía, pensarían mucho peor de él. Cuando estaba en la mejor parte de su baño, se le hizo raro que Ezequiel no estuviera pendiente de él, por lo general siempre le hacía saber que estaba allí. Se preguntó que estaría tramando. Siguió disfrutando de su baño y escuchó un ruido, sintió curiosidad y fue a investigar que podría ser, sobre todo a esas horas. Se llevó tremenda sorpresa al ver a una mujer sumergida en el rio hasta la cintura bañándose y murmurando una canción. Se veía feliz de estar así y se pasaba un paño por todo su hermoso cuerpo, la luz de la luna acariciaba su piel, concediéndole más brillo del que ya tenía. Desde donde él estaba la veía de perfil, pero no reconocía su cara. Sabía que era una mujer blanca y que era un espectáculo para los ojos, ya que tenía una cintura pequeñísima y sus caderas redondeadas eran una fantasía, pero sus pechos generosos, de un color marfileño eran para querer estar pegado a ellos, probándolos, mordisqueándolos.Algo se movió entre los matorrales y él inmediatamente se dio cuenta, de donde estaba Ezequiel. El maldito se había distraído de su vigilancia, la cual proclamaba a los cuatro vientos que era la mejor, porque ningún esclavo se le escapaba, por estar espiando a la mujer que se bañaba. No veía muy bien, pero parecía que movía algo con su mano. No quiso perder la oportunidad de humillarlo, apareciéndose de repente delante de él, para que el desgraciado se diera cuenta de que no era tan bueno como decía. Cuando estaba por llegar a él, se distrajo con un ruido desde el río y vio que la mujer, salía del agua mostrando en toda su gloria su deslumbrante belleza, pero cuando observó bien, se dio cuenta de que a la que había estado observando era a su diosa, su hermosa Beth y sintió una rabia cegadora al ver al malnacido y su sospechoso movimiento con la mano. Resulta que el maldito estaba haciéndose un pajazo, mientras miraba a Beth bañarse. Se acercó por la espalda y lo tomó por sorpresa, como había hecho con él, días antes. Le dio un puñetazo en la cara y luego le pecó en la boca, el otro no se defendió al principio por la sorpresa, pero luego lanzó un grito se tiró sobre él. En el forcejeo, los dos cayeron y fueron a dar directamente al río, donde Beth los vio y se quedó atónita tratando de cubrir su desnudez. En algún momento Ezequiel se descuidó y Jeremiah, lo noqueó con una rama gruesa que alcanzó a recoger. Cuando el hombre cayó inconsciente, el inmediatamente se fijo en Beth y en su cara, vio temor. — ¿Qué haces aquí? ¿Me estabas espiando?—No señorita, yo me estaba bañando aquí, cuando escuché un ruido y vi que era usted, pero me encontré con que Ezequiel la estaba espiando y por eso lo golpee. —le mostraba las manos para que ella viera que no íba a hacerle nada. —Este es un lugar muy apartado, no debería venir sola aquí, si en lugar de mí, hubiera sido otra persona la que se hubiera encontrado con usted, hubiera estado en peligro.—Yo se me cuidar Jeremiah, siempre traigo el arma de mi padre.—Con el debido respeto ama, pero en el agua no le va a servir de mucho y si la dejó en tierra, cuando usted hubiera querido agarrarla, sería demasiado tarde.— ¿Tú también mirabas? Porque me parece que tardaste mucho en avisarme sobre tu presencia.Jeremiah, bajó la cabeza. Pensaba que la chica no era ninguna tonta.—Perdone, ama…— ¿Te gustó lo que viste? —no lo dejó terminar lo que íba a decir.El no sabía que decirle, porque si le decía lo que pensaba se exponía a una bofetada. —No le diré nada a mi padre, si me dices la verdad. ¿Te gustó?—Sí. Usted es como una diosa. — le dijo sin pensar.Ella pareció satisfecha con su respuesta. Comenzó a ponerse la ropa, dejando que él viera cada movimiento que hacía con sus manos al colocársela.—Llévate a Ezequiel y que le curen la herida en la cabeza. Mañana le dices que si no quiere que le diga a mi padre que lo azote, será mejor que olvide todo lo que vio.—Sí, ama. Se lo diré. —pero él sabía que era muy poco probable que Ezequiel olvidara lo que había visto y el tampoco lo haría, aunque no dejó de notar que ella había dicho que Ezequiel debía olvidarse de todo, no él.