Al siguiente día Beth, se levantó con la luz del sol, que se adentraba por su ventana, tocando su rostro. Se estiró en su cama y se puso en pie. Casi enseguida llegó Dauphine, con una jofaina de agua.—Buenos días, ama Beth.—Buenos días Dauphine. ¿Dónde está Hester?—Está ayudando a mi ama Blanche, que está arreglándose para bajar a desayunar.—Por favor dile que cuando termine de ayudar a mi madre, venga al cuarto.—Sí, ama. Más tarde, Hester entró a la habitación.—Buenos días, mi niña.—Buenos días, nanny. Por favor, dime que no le has dicho a mi madre.—Ya te dije que no se lo diría, mientras cumplas tu promesa de no volverlo a hacer. —Ahora déjame terminar de arreglarte. —tomó su vestido y se lo ayudó a cerrar por detrás, luego la ayudó con sus zapatillas. —Ya estás lista.Se miró en el espejo de cuerpo entero con marco de madera tallada de sándalo que su padre había mandado a traer exclusivamente de la India a un amigo de él. Era un capitán y solía traer mercancía a Norteamérica desde el oriente. El reflejo que le devolvió el espejo, le gusto. Era un hermoso vestido de color crema con delicadas flores amarillas en las mangas, su cintura se veía pequeña y eso le encantaba. Le sonrió a su nana a través del espejo. —Vamos entonces.
Bajaron al comedor, todos estaban sentados en la mesa, comiendo en el típico bullicio de su familia, cuando estaban todos juntos. Del salón emanaban olores deliciosos a jamón, huevos revueltos, salchichas, queso, se sentó a la mesa y Dauphine le sirvió un chocolate caliente mientras ella tomaba un poco de cada cosa, incluidos un muffin y pan de maíz con miel de arce. Le gustaba comer bien y hoy tenía mucha hambre. Seguramente se debía a su estado de ánimo, porque hoy se sentía feliz.—Beth, acuérdate de que hoy viene el profesor de piano, así que tú y tus hermanas deben estar listas en media hora para tomar su clase.—Está bien madre. —le dijo obediente. La verdad es que le encantaba tocar el piano. Sabía que su hermano se dedicaría a recorrer la plantación con su padre, algo que se esperaba en el varón de la familia, ya que era el heredero, en cambio de las mujeres solo se esperaba obediencia y recato, que supieran coser y tocar el piano para amenizar las veladas de sus maridos y que sobre toda las cosas fueran fértiles para tener niños y más niños. Que aburrido —pensó.— ¿Cómo vas en tu costura Eleonor?—Voy bien madre, ya casi termino la pequeña cobija del bebé de Tilly.—Que bueno hija, tienes talento para esto. Más tarde quiero que me muestres como vas. —le dijo Blanche con tono de satisfacción.—John, viene hoy a visitarte. —le dijo su padre.—Pero, ¿por qué? —le preguntó angustiada.—Porque te está cortejando y más adelante se casará contigo.— ¡Yo no quiero casarme! —le dijo con voz llorosa.—Hija, eso dices ahora, pero cuando tus amigas comiencen a tener familia y tu veas que no tienes a nadie, te darán ganas de casarte y puede que entonces seas demasiado mayor para escoger. Sabes que después de los veintiuno, ya no miran igual a una jovencita. —le dijo su padre tratando de hacerla comprender.—No me obligues, padre. El no es una buena persona. ¿No puedes escoger a otro?—Hija, es el mejor partido que hay en la región.—No es cierto Michael Oldsen, también es uno de los mejores partidos.—Pero es demasiado mayor para ti, te lleva diez años. ¿Quieres un hombre que te lleve tantos años?—No lo sé. —le respondió insegura. —Preferiría no tener que escoger. ¿Podemos esperar hasta la otra temporada? Tal vez en el siguiente baile de primavera, pueda conocer a alguien interesante. —Bien, ya veremos. Pero el muchacho vendrá hoy y lo atenderás como se debe, sin malas caras. —Lo haré padre. —le dijo pensando que ni loca le sonreiría, para animarlo a que la siguiera cortejando, pero eso no lo tenía que saber su padre.Julio uno de los criados, entró en el comedor en ese momento.—Ama Blanche, el profesor de música acaba de llegar.—Dile que pase al salón de atrás, donde está el piano.—Se lo diré, ama.Las dos jovencitas se levantaron y se dirigieron al salón.La mañana transcurrió rápidamente y las muchachas, estuvieron a gusto con su profesor. Luego comieron algo liviano y más tarde, Beth se fue a cambiar para esperar la odiosa visita de John Erhard. Se colocó con la ayuda de Hester un vestido de organdí rosa, de escote discreto, mangas pequeñas con listas en un tono rosa más bajo que el de él vestido, zapatillas de color blanco hueso y se dejo el cabello suelto, con un listón blanco adornando su cabeza. Luego bajó a encontrarse con su madre y su hermana en la salita de costura. Hablando de telas para algunos de sus vestidos, se entretuvieron y al rato vieron a Hester llegar, anunciando que John, acababa de llegar para visitar a Beth.—Está bien Hester, ya Beth va para allá. Gracias.—Sí, niña. —le dijo la esclava, al tiempo que salía.—Oh Beth, presiento que muy pronto vas a ser una de las chicas aburridas que se casan y comienzan a tener niños porque no tienen nada mejor que hacer. —se burló Eleonor.—Cállate, que muy pronto te tocará a ti, y entonces me reiré.—Por favor niñas, no peleen. A las dos les va a pasar igual. Algún día se casaran y harán una familia, como debe ser. —les dijo su madre. —por ahora, quiero que tu Beth, vayas a atender a John y tú Eleonor te calles y sigas con tus labores de costura.Beth se fue caminando lento hacia la puerta como un condenado que se dirige a su ejecución.