Mas Allá Del Color - (Cuarto capítulo -Segunda parte)

Por Amaya27
Beth se sintió mal, al hablarle así a Jeremiah, pero tenía que hacerlo porque de lo contario su padre se enteraría.Se colocó la ropa, a sabiendas de que él la estaba mirando todo el tiempo, sentía sus ojos recorrerla de los pies a la cabeza y lejos de molestarla, la hacía sentir especial. Cuando terminó, pasó por delante de él, sin decirle nada y se fue corriendo a la casa. Entró por la puerta trasera y se encontró de frente con Hester, que le dio una mirada de reproche.—Niña, ¿Dónde estabas?—En el rio nanny Hester. —le dijo con la mirada baja.—Tu madre te lo ha dicho muchas veces niña. Que no salgas en la noche, que no vayas al rio. Tendré que decirle que la desobedeciste para que le diga a tu padre y te castigue.— ¡NO! ¿Por qué quieres que me castiguen? —le preguntó agobiada.—Porque es peligroso, mi niña. ¿No ves que cualquier hombre te puede ve?—Ninguno me ha visto. Por favor nanny, no le digas a mi madre. —le suplicó. Hester era como una madre para ella, ninguna mujer blanca le rogaría a una esclava, pero ella no era vista de esa forma en su casa.—Ay mi niña, tu siempre me convences, pero no lo hagas otra vez.—Lo prometo. —le dijo pensando que no podría dejar de hacerlo aunque quisiera. El rio la llamaba.—Bueno sube a cambiarte. —le dijo con suavidad. —Más tarde paso a darte las buenas noches.Ella subió corriendo a su habitación, se desvistió y se puso la bata blanca de encaje que su madre le había hecho hace poco. Le gustaba la suavidad de la tela y como acariciaba su cuerpo, pero sabía que no podría dormir ya que su encuentro con Jeremiah la tenía inquieta. No podía dejar de pensar en sus ojos de mirada penetrante, en su boca de labios gruesos que daban ganas de besar. Si su madre supiera de sus pensamientos, la mandaría donde el padre Stuart y haría que se confesara de por vida, todos los días. Pensaba en que de seguro era una mujer pecadora, porque una señorita educada y virtuosa, no piensa esas cosas. No sabía que le sucedía con él, y si ya de por sí, era malo que ella tuviera esos pensamientos, era aún peor que fueran sobre un esclavo. Su padre la mataría, si se enterara.— ¿Que tienes mi niña?—No puedo dormir nanny.— ¿Qué travesura hiciste?—Ninguna, es solo que tengo tantas cosas en mi cabeza…—Mi niña, te traeré un té de manzanas verdes, te ayudará a dormir.—Gracias nanny. Hester salió de la habitación y mientras Beth, escuchaba los pesados pasos de su nana, bajar las escaleras, se asomó a la ventana. No supo porqué lo hizo, pero algo en ella la alentó a mirar hacia afuera en la oscuridad y lo que vio la dejo perpleja.Había un hombre de pie a lo lejos, mirando en su dirección. No podía ver bien, pero estaba segura que esa figura fuerte que se veía a lo lejos, pertenecía a él. Su corazón latía muy fuerte y sus manos comenzaron a temblar. ¿Qué hacía él ahí? ¿Qué querría? Sentía algo muy extraño dentro de ella, al saber que él conocía su habitación ahora.— ¡Niña! Te vas a enfriar. No puedes estar allí con tan poca ropa en la ventana, respirando ese aire de la noche. —la reganó. —Ven a la cama y tómate el té.—Sí, nanny. —le dijo obediente. Conocía a Hester y cuando se le metía algo en la cabeza era mejor llevarle la idea, así que se tomó el té de manzanas y dejó que la arropara, como si fuera una niña.Cuando Hester salió del cuarto se levantó, como un resorte de su cama y fue a la ventana nuevamente, pero él ya se había ido. Todo ocurrió tan rápido, que se preguntó si solo había sido un sueño, una alucinación.
Al siguiente día Beth, se levantó con la luz del sol, que se adentraba por su ventana, tocando su rostro. Se estiró en su cama y se puso en pie. Casi enseguida llegó Dauphine, con una jofaina de agua.—Buenos días, ama Beth.—Buenos días Dauphine. ¿Dónde está Hester?—Está ayudando a mi ama Blanche, que está arreglándose para bajar a desayunar.—Por favor dile que cuando termine de ayudar a mi madre, venga al cuarto.—Sí, ama. Más tarde, Hester entró a la habitación.—Buenos días, mi niña.—Buenos días, nanny. Por favor, dime que no le has dicho a mi madre.—Ya te dije que no se lo diría, mientras cumplas tu promesa de no volverlo a hacer. —Ahora déjame terminar de arreglarte. —tomó su vestido y se lo ayudó a cerrar por detrás, luego la ayudó con sus zapatillas. —Ya estás lista.Se miró en el espejo de cuerpo entero con marco de madera tallada de sándalo que su padre había mandado a traer exclusivamente de la India a un amigo de él. Era un capitán y solía traer mercancía a Norteamérica desde el oriente. El reflejo que le devolvió el espejo, le gusto. Era un hermoso vestido de color crema con delicadas flores amarillas en las mangas, su cintura se veía pequeña y eso le encantaba. Le sonrió a su nana a través del espejo. —Vamos entonces.
Bajaron al comedor, todos estaban sentados en la mesa, comiendo en el típico bullicio de su familia, cuando estaban todos juntos. Del salón emanaban olores deliciosos a jamón, huevos revueltos, salchichas, queso, se sentó a la mesa y Dauphine le sirvió un chocolate caliente mientras ella tomaba un poco de cada cosa, incluidos un muffin y pan de maíz con miel de arce. Le gustaba comer bien y hoy tenía mucha hambre. Seguramente se debía a su estado de ánimo, porque hoy se sentía feliz.—Beth, acuérdate de que hoy viene el profesor de piano, así que tú y tus hermanas deben estar listas en media hora para tomar su clase.—Está bien madre. —le dijo obediente. La verdad es que le encantaba tocar el piano. Sabía que su hermano se dedicaría a recorrer la plantación con su padre, algo que se esperaba en el varón de la familia, ya que era el heredero, en cambio de las mujeres solo se esperaba obediencia y recato, que supieran coser y tocar el piano para amenizar las veladas de sus maridos y que sobre toda las cosas fueran fértiles para tener niños y más niños. Que aburrido —pensó.— ¿Cómo vas en tu costura Eleonor?—Voy bien madre, ya casi termino la pequeña cobija del bebé de Tilly.—Que bueno hija, tienes talento para esto. Más tarde quiero que me muestres como vas. —le dijo Blanche con tono de satisfacción.—John, viene hoy a visitarte. —le dijo su padre.—Pero, ¿por qué? —le preguntó angustiada.—Porque te está cortejando y más adelante se casará contigo.— ¡Yo no quiero casarme! —le dijo con voz llorosa.—Hija, eso dices ahora, pero cuando tus amigas comiencen a tener familia y tu veas que no tienes a nadie, te darán ganas de casarte y puede que entonces seas demasiado mayor para escoger. Sabes que después de los veintiuno, ya no miran igual a una jovencita. —le dijo su padre tratando de hacerla comprender.—No me obligues, padre. El no es una buena persona. ¿No puedes escoger a otro?—Hija, es el mejor partido que hay en la región.—No es cierto Michael Oldsen, también es uno de los mejores partidos.—Pero es demasiado mayor para ti, te lleva diez años. ¿Quieres un hombre que te lleve tantos años?—No lo sé. —le respondió insegura. —Preferiría no tener que escoger. ¿Podemos esperar hasta la otra temporada? Tal vez en el siguiente baile de primavera, pueda conocer a alguien interesante. —Bien, ya veremos. Pero el muchacho vendrá hoy y lo atenderás como se debe, sin malas caras. —Lo haré padre. —le dijo pensando que ni loca le sonreiría, para animarlo a que la siguiera cortejando, pero eso no lo tenía que saber su padre.Julio uno de los criados, entró en el comedor en ese momento.—Ama Blanche, el profesor de música acaba de llegar.—Dile que pase al salón de atrás, donde está el piano.—Se lo diré, ama.Las dos jovencitas se levantaron y se dirigieron al salón.La mañana transcurrió rápidamente y las muchachas, estuvieron a gusto con su profesor. Luego comieron algo liviano y más tarde, Beth se fue a cambiar para esperar la odiosa visita de John Erhard. Se colocó con la ayuda de Hester un vestido de organdí rosa, de escote discreto, mangas pequeñas con listas en un tono rosa más bajo que el de él vestido, zapatillas de color blanco hueso y se dejo el cabello suelto, con un listón blanco adornando su cabeza. Luego bajó a encontrarse con su madre y su hermana en la salita de costura. Hablando de telas para algunos de sus vestidos, se entretuvieron y al rato vieron a  Hester llegar, anunciando que John, acababa de llegar para visitar a Beth.—Está bien Hester, ya Beth va para allá. Gracias.—Sí, niña. —le dijo la esclava, al tiempo que salía.—Oh Beth, presiento que muy pronto vas a ser una de las chicas aburridas que se casan y comienzan a tener niños porque no tienen nada mejor que hacer. —se burló Eleonor.—Cállate, que muy pronto te tocará a ti, y entonces me reiré.—Por favor niñas, no peleen. A las dos les va a pasar igual. Algún día se casaran y harán una familia, como debe ser. —les dijo su madre. —por ahora, quiero que tu Beth, vayas a atender a John y tú Eleonor te calles y sigas con tus labores de costura.Beth se fue caminando lento hacia la puerta como un condenado que se dirige a su ejecución.