Más artistas “contrarrevolucionarios” se pronuncian por sus libertades (II)

Publicado el 17 diciembre 2015 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

Última hora: reacciona el gobierno

En medio de la Asamblea del G-20 (como se han hecho llamar un grupo de veinte realizadores del séptimo arte), mientras los cineastas debatían la necesidad de que sea aprobada la Ley de Cine y continuaban denunciando la mano peluda de la censura con Abel Prieto como su artífice visible –como recientemente contra Juan Carlos Cremata– un grito alertó que la Seguridad del Estado intentaba expulsar a uno de los presentes. Se trataba de Eliécer Ávila, quien asistía como público hasta que fue descubierto por un agente del régimen. Cuando entró a la sala para expulsarlo, fue increpado por algunos de los presentes, aunque la mayoría prefirió, como siempre, callar, porque sabían que se trataba de una de esas oscuras figuras que pululan por las instituciones culturales y se encargan de perseguir, vigilar y advertir, para luego hacer lamentar los “errores”.

“Soy revolucionario”, afirmaba Eliércer a sus represores

Todos en la sala se pusieron de pie y se acercaron a la puerta donde el funcionario del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos) y el agente de la Seguridad del Estado presionaban a Eliécer para que abandonara la sala, pues le decían que su presencia manchaba lo que allí se intentaba edificar. Eliécer respondió que no entendía aquel proceder pues se encontraba en silencio como parte del público y ni siquiera había opinado sobre lo que allí se debatía. El “segurosito” (no llegaba a medir metro y medio) le respondió públicamente que era un contrarrevolucionario y que ofendía con su presencia aquel espacio cultural. Eliécer se defendió afirmando que sí era revolucionario; la esposa lo apoyó, asegurando que “ellos sí eran revolucionarios”.

Para ese momento, había logrado acercarme y dije que era yo quien no era “revolucionario”, por lo que antes de sacar a Eliécer, tendrían que hacerlo conmigo. Muchos cineastas no salían su asombro por el descaro con el que apareció el censor frente a ellos mientras debatían la forma de acabar con la censura. La periodista independiente Luz Escobar, lo increpó para que dijera su nombre y el cargo que ocupaba en el ICAIC, a lo que le respondió: “Aquí todos me conocen”.

Finalmente, Eliécer –a pesar de asegurar que era revolucionario, lo que no importó ni al seguroso y ni al funcionario del ICAIC—se negó a abandonar la sala y la reunión continuó con los presentes de pie. Acordaron, a través de votaciones, intentar alcanzar un puente de diálogo con las autoridades del Estado pertinentes.

Es lamentable que una vez más les vapulearan sus espacios a los artistas, pues solo ellos tenían el derecho de pedirle a Eliécer que se retirara de la sala si consideraban que no debiera estar presente. Supongo que a exigencia de Seguridad del Estado, la próxima Asamblea del G-20 será a puerta cerrada.
No obstante, mirando la ganancia del río revuelto, creo que la presencia de periodistas independientes ha servido de aviso a la dictadura para que comprendan que el asunto de los cineastas se les está yendo de las manos y se ha convertido en noticia internacional, y que, aunque a sus medios les prohíben publicar la información, no podrán impedir que lo hagamos los blogueros independientes.

Ojalá que nuestra presencia allí haya obligado a la dictadura a aceptar que deben negociar con el G-20 y devolverles lo que les pertenece por derecho propio: la libertad de creación, algo que nunca se les debió incautar con la justificación de hacer un cine “revolucionario”.

Reacciona el gobierno y da respuesta al altercado en la sala Fresa y Chocolate

Pensé que ya había terminado de relatar los sucesos ocurridos durante la Asamblea, pero algo me decía que debía esperar; cabría esperar alguna reacción después de aquel altercado. Y este 3 de diciembre, divulgaron en la televisión un encuentro del pleno de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba), encabezado por el bombero gubernamental Abel Prieto, donde ratificaron que “no permitirían que los artistas y sus espacios confluyeran con los contrarrevolucionarios”.

Era la obstinación que esperaba de la Seguridad del Estado, del Partido Comunista y de la dirección del Gremio de los escritores y artistas de Cuba; la respuesta coherente de la dictadura ante un dilema que se les está yendo de las manos.

Estoy seguro que esta vez la “contrarrevolución”, que es como nos llaman a los que luchamos pacíficamente por la libertad y la democracia, impulsará a que por fin ocurra el diálogo necesario entre cineastas y dictadura.

Llamada de último momento

He recibido una llamada anónima de una persona “preocupada” por mi posible asistencia a la inauguración del Nuevo Festival de Cine Latinoamericano.

–Oigo –digo.
–¿Santiesteban?
–Sí, dígame.
–Lo llamo para darle un consejo –dice el enigmático personaje.
–Ok, le escucho –insisto.
–Es para decirle que no será bienvenido en la inauguración del Festival de Cine.
–Eso no me suena a un consejo, más bien parece una amenaza.
–Tómelo como quiera, pero después no se lamente.
–Yo haré acto de presencia donde me parezca –digo airado.
–No crea que le vamos a permitir que vuelva a interferir con su presencia como hizo en la sala Fresca y Chocolate. No lo queremos en el Carlos Marx en la inauguración ni en la clausura.
–Bueno, usted haga su parte que yo haré la mía –y colgué.

De todas maneras no pensaba ir, pero mortifica que lo quieran manipular a uno con sus instrumentos de miedo.

Ángel Santiesteban-Prats

Habana, noviembre de 2015, “libertad” condicional.