25712 Aravell (Lleida) Habitación: 4 Fecha de entrada: 15/06/2017 Tarifa:
A un paso de Seo de Urgell, y a otro paso de Andorra. Al final del campo de golf de Aravell, junto al aeropuerto de Andorra y en medio de un precioso valle con masías, encontramos este complejo de restaurante, hotel, pich&putt, pistas de pádel, piscina...
Un parking arenoso bajo una arboleda nos deja junto a una arcada de seto que nos introduce en un cuidado jardín con enormes árboles y varias elegantes sillas y mesas que invitan a la contemplación. Tras la puerta de madera llegamos al restaurante cayendo junto a la barra. Un joven sale a recibirnos y aunque nos dice que las habitaciones no se dan hasta las 14, nos dice que va a ver qué puede hacer por nosotros. Enseguida vuelve para acompañarnos unos metros calle arriba hasta el edificio del hotel. Una preciosa masía de tres alturas con techo de pizarra a dos aguas, roca vista, balcones y ventanas con portillos de madera y muchas macetas con flores. Árboles, fuentes, pequeños rincones en los que sentarse a ver la vida pasar. Bajo un enorme arco encontramos la puerta de entrada, de madera y cristal. Un feo cartel avisa en la misma puerta del horario de los servicios del hotel y de la clave del wifi, que es gratuito y que funciona bastante bien. Allí mismo, a la derecha, un antiguo armario vajillero de media altura hace las veces de mostrador. Sobre él, un sin fin de folletos, tarjetas e información sobre la zona. Nada más abrir la puerta se enciende automáticamente la luz de la estancia, porque la recepción no está atendida permanentemente. El espacio es algo oscuro, pero grande. Estrecho y largo. Suelo porcelánico con baldosas en tono marrón grisáceo, vigas de madera en el techo y paredes de piedra. Hacia la izquierda, se abre una larga sala con una mesa comunal y unos enorme butacones en color claro que invitan a sentarse a la lectura o a disfrutar de las vistas a través de las floridas ventanas. Lo rústico (estatuas, ollas, aperos de labranza, mobiliario...) combina con lámparas modernas, luces puntuales, El joven nos entrega la llave que coge de un armario que hay allí mismo. No hemos enseñado ni el DNI, ni la tarjeta de crédito. Tan sólo hemos dado el nombre. Nos dice que tiempo habrá para esas cosas. El llavero tiene una llave (para la puerta), una tarjeta (para la luz) y un llaverito con una pequeña campana y una yunta de bueyes en pequeño. El joven nos lleva hacia la derecha, bajo las escaleras, junto a una enorme estatua de D. Quijote, y tras una baja puerta de cristal y metal nos introduce en una bodega donde está el bar. Nos explica que está todo a nuestra disposición, que lo que tomemos, lo apuntemos en un papel y que ya rendiremos cuentas al irnos. El surtido de refrescos, vinos, licores, snacks... es generoso. Y la temperatura fresquita, como si de una bodega real se tratara. No en vano hay hasta una cuba de vino a disposición de los clientes. Volvemos sobre nuestros pasos y subimos escaleras arriba. De madera clara, brillante y moderna. En el piso de arriba paredes y suelo se mantienen igual que en la planta baja. Armarios con espejos por el pasillo, bancos rústicos y luces algo menos efectistas que en la planta inferior. Nuestra habitación está al final del pasillo. Una puerta de madera clara brillante, con pomo dorado y el número clavado en ella. Tras la puerta, seguimos con la luz algo pálida y puntual. Calor, porque fuera posiblemente haga uno de los días más calurosos del año, y un espacio grande. Suelo y techo se mantienen invariables, paredes en estuco amarillo, con algunas decoraciones florales en color. Quizá el suelo porcelánico le reste aire acogedor al espacio.El descanso no es malo, aunque pasamos bastante calor. La insonorización de la habitación no es muy buena, pero el hotel es muy pequeño, y calmado, por lo que no sentimos molestias de ruidos en ningún momento. Por la noche, el silencio de la zona resulta sobrecogedor. Al amanecer, la luz empieza a entrar en la habitación acompañada del canto de los pájaros que habitan los árboles que rodean la finca.
Nada más entrar, a la derecha encontramos el lavabo. Enmarcado en un rincón alicatado en baldosas blancas y amarillas, con un espejo en rincón sobre el que si sitúa un moderno aplique de luz. El lavabo es contundente, moderno, con una grifería incrustada en la pared. No tiene encimera, pero sobre él se ofrece un bote con jabón de manos. Bajo el espejo hay una repisa de cristal en la que se presentan dos vasos y una cesta de mimbre con las amenities: unos kleenex y un par de sobres de gel y champú. Un flojo secador de pelo anclado a la pared completa el servicio del baño.
Al fondo de la estancia, en el último rincón después de la bañera encontramos el inodoro. Junto a él, colgado de la pared hay un par de rollos de papel de repuesto en un colgador de tela decorado con ganchillo.
Por la mañana en el edificio del restaurante se sirve el desayuno. Nada más sentarnos nos ofrecen un zumo de naranja (no natural), una bandeja con embutidos de la zona, otra con pan con tomate, otra con mantequilla -riquísima- y mermelada -casera y riquísima-, y otra con tostadas de pan de pagés recién hechas. Además nos ofrece si queremos, algo de fruta, huevos, tortilla, otras bebidas... El café delicioso.A la salida, simplemente le dictamos el número de nuestro DNI y el código postal de nuestra ciudad. Y nos desea buen viaje.
Calidad/precio:
Servicio: 7
Ambiente: 6.5
Habitación: 7
Baño: 6.5
Estado de conservación: 7.5
Desayuno: 8
Valoración General: 7.5