Un espíritu nuevo de participación, libertad y control de la política esta surgiendo por doquier y prendiendo en la ciudadanía. Ese deseo de regeneración y de participación está detrás de los "indignados" y del rechazo de cientos de millones de ciudadanos en todo el mundo al diseño actual de la política, concebida como un monopolio de partidos políticos y de profesionales que marginan a la ciudadanía. Es un movimiento que reclama más calidad en la democracia y mayor control del Estado por parte de los ciudadanos. Sus seguidores entienden que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación sólo tienen sentido cuando permiten a los ciudadanos autogobernarse, cuando no son utilizadas para apuntalar el abuso de los grandes poderes.
El modelo actual de política y poder repugna y es considerado opresivo. Quien no lo crea que eche una mirada a nuestra historia reciente y contemple a las grandes multitudes en Leipzig, en el otoño de 1989, cantando “Nosotros somos el pueblo”, o a las multitudes concentradas en Praga, unas semanas más tarde, durante la Revolución de Terciopelo, o a los estudiantes chinos enfrentándose a los tanques en la plaza de Tienanmen. Seguro que llega a conclusiones como que la presión cívica es demasiado fuerte y que, si no se libera, puede hacer estallar la caldera del poder, que la democracia directa es el punto de encuentro de los seres más honrados del planeta y que, aunque no consiga imponerse, representa un constante y saludable desafío a la hipertrofia del Estado moderno y a los políticos ineficientes que parecen conducir el mundo con demasiada alcoholemia en la sangre.
En muchos países del mundo, dominados por castas inútiles y corruptas, ha sonado ya la hora del pueblo. La primavera árabe es parte de esa llamada mundial a la regeneración y al repudio de los políticos tradicionale, demasiado arrogantes, ineptos y, muchas veces, también corruptos y viles. Los ciudadanos son cada día más conscientes de que no deben permitir que la "casta" insana que se ha apoderado del poder y ha liquidado la democracia debe ser expulsada y relegada como lo que realmente es: el mayor obstáculo para el progreso y para la construcción de un mundo mejor.