Aparte de reinventar la guerra de sucesión al trono imperial español entre los Augsburgo y los Borbón convirtiéndola en la de España contra Cataluña, Artur Mas le ha declarado una guerra comercial al resto de España en nombre de Cataluña.
Que viene a ser como si el brazo de una persona decidiera darse golpes hasta herirse muy profundamente y, finalmente, matarse.
Estando en Brasil esta semana, en otro de sus múltiples viajes hacia Europa y América para internacionalizar su independentismo, y en los que ningún gobierno lo recibe, lanzó el mensaje masoquista de que las empresas catalanas, igual que las instituciones y la misma sociedad, deben romper su “dependencia” de España.
“La dependencia respecto a España debe reducirse en todos los ámbitos”, remachó ante los periodistas catalanes cuyos viajes paga para que sean sus altavoces regionales desde el extranjero, un periodista local que a veces ni hace la nota, y el corresponsal de EFE que, ese sí, da resonancia nacional a sus andanzas.
Sin la agencia española Mas no sería nadie fuera de Barcelona. Ni ningún otro jefe autonómico: lo que los hace noticia son las estatales EFE y TVE.
Poco después de que EFE difundiera la declaración bélica de Mas, el cronista entraba en una farmacia abierta 24 horas en Madrid para comprar un analgésico. Había una larga cola que avanzaba rápidamente porque atendían al público siete personas.
Le tocó el turno a un hombre que entregó sus recetas y dijo con voz audible atrás: “Como me darán genéricos, que ninguno esté fabricado en Cataluña. No quiero explotar a la buena gente de allí”.
Entonces, la gente de la cola comenzó a decir que reclamaba lo mismo. Oyéndola, quienes entraban se añadían a la exigencia.
Estos son los destrozos de la guerra de Artur Mas contra el resto de España: devasta a las empresas catalanas, que es descalabrarnos a nosotros mismos, porque también son españolas.
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SALAS