Más historias bruselenses. El salón del chocolate, el museo del ferrocarril y un restaurante típico

Por Isidro Lopez Arcos @1Sorokin

Queridos amigos (y amigas, claro) o, mejor, queridas amigas (y amigos). Hace ya un tiempo que no os daba la lata con alguna historieta de las cosas que pasan por aquí, por Bruselas, así es que, dado que hoy, hacen -2ºC en la calle y la nieve que ha caído esta mañana se ha helado, con el consiguiente riesgo físico para vehículos, personas, animalillos, arácnidos y otras criaturas, he decidido actualizar este blog con las tres últimas aventuras que ha vivido este, vuestro bloguero del alma. Y si no os parecen interesantes, pues oye, os aguantáis y pasáis a otra cosa.
Empezaré por el Salón del Chocolate, que tuvo lugar hace un par de semanas. La entrada costaba 10 euracos, pero luego había un montón de degustaciones con las que podíais compensar tan desmesurado desembolso.
Como sabéis, y si no lo sabéis os lo digo, el chocolate es una de las tres glorias universales de las que presumen los belgas. Las otras dos son la cerveza y los mejillones con patatas fritas. De ambas cosas ya os he hablado en otras ocasiones. Pues bien, todos los años se celebra el Salón del Chocolate para delicia de niños, adultos, ancianitos y otras buenas gentes (buenos, hay malos que también les gusta).
El salón está lleno de expositores, donde presentan sus últimas producciones:


Como se ve, la alegría reina en la exposición, no tenéis más que ver la cara de satisfacción de este expositor:

Interesante un stand donde se presentaba un vino espumoso con aroma de chocolate. No sé, no tuve el valor de probarlo. Yo creo que cada cosa es cada cosa. El champagne es el champagne y el chocolate, el chocolate. Pero bueno, ahí estaba:

Naturalmente, los artistas chocolateros se afanaban en presentar sus últimos éxitos:

Aunque, lo que atraía más la atención es ver la elaboración del chocolate en directo:

Las caras de los niños son una maravilla.
Había también espectáculos diarios, a los que servidor, que es un especialista en no llegar a tiempo, llegó al final, cuando los artistas chocolateros recibían aplausos y parabienes.

Eso sí, ¡Oh que emoción! pude ver como un artista chocolatero pedía en público la mano de una de las modelos. Qué tierno

Había también expositores de otros lados, como unos cuantos stands franceses. Como en chocolate no podían competir, presentaban el turrón de Montelimar:

Un stand de Perú:

Y uno de Colombia:

En realidad, a los peruanos, lo que más les interesaba es vender el cacao a los chocolateros belgas, aunque también vendían chocolate:

En resumen, que un servidor se puso bastante tifo a chocolate y pasó una buena tarde con todas esas cosas chocolateras. Siento que ya no podáis ir hasta el año que viene, pero ¡ojo! estad atentos si andáis por Bruselas y queréis probar algo más que los mejillones y la cerveza.
Pero lo que sí podéis hacer, es ir a ver el Museo del Ferrocarril, que ese no cierra. Y vale la pena, de verdad:

El Museo es magnífico, está en la antigua estación del ferrocarril de Schaerbeek. También tiene un restaurante en el que se puede ir los domingos a celebrar un buen brunch:

La maqueta de la estación de Schaerbeek os da la bienvenida, tras pagar la entrada, cosa muy conveniente. Aunque cuesta diez euros (parece que todos se han puesto de acuerdo), de verdad, están bien gastados:

Las entradas se compran en el antiguo vestíbulo de la estación:

Para empezar, hay una serie de maniquíes con los uniformes históricos de los ferrocarrileros belgas. El de jefe de estación allá por 1840, no podía ser más grandilocuente:

El primer tren belga, de hecho el primer tren en el continente europeo, de Bruselas a Malinas se inauguró en Mayo de 1835. Como veis, los arriesgados viajeros se exponían a un buen chaparrón belga, aparte de que en el tren no había retretes y el viaje duraba casi dos horas:

Eso era viajar, y no como ahora, que te subes al TGV y, si tienes suerte y el baño está funcionando, puedes aliviar tu organismo en las dos horillas que tarda en llegar de Bruselas a París.
En el museo están expuestas las primeras locomotoras belgas. La "Elefante", que es la que aparece en el centro de la foto es una de las tres primeras, las otras eran "la Flecha" y la "Stepehenson". Las tres se habían comprado al Reino Unido. La cuarta locomotora ya estaba fabricada en Bélgica.

El fascinado visitante puede subirse al puesto de mando de una de las locomotoras. Desde luego, no parece un trabajo fácil:

En el museo está también la última locomotora a vapor belga, la 12004, que, fabricada en 1939, tuvo el record mundial de velocidad al ir de Bruselas a Ostende en 57 minutos:

no pueden faltar vagones de lujo, como este restaurante de primera clase:
 
Y, esta vez, con lujosos retretes, no como en 1835:

En resumen, que me estoy poniendo plasta, no os perdáis la visita al Museo si os gustan los trenes. Por supuesto, también hay maquetas de trenes eléctricos y simuladores de conducción en los que podéis engolfaros. El Museo es francamente buenísimo. El catálogo cuenta que costó nada menos que veinte años ponerlo en operación.
Y bien, pues un servidor, acto seguido, y ya que andaba por Schaerbeek, se fué a cenar a un restaurante típicamente bruselés, El "Potverdommeke" (el nombre es un taco en flamenco, algo así como ¡maldición!)

Ambiente acogedor al que puedes ir tanto solo como acompañado:

La carta del Potverdommeke, dice cual es de lo que está de humor el chef ese día, lo que en nuestro caso eran "Tomates con quisquillas", "Ballekes (albóndigas) estilo Lieja" y hamburguesa con queso de Herve:

Un servidor, se empujó las albóndigas a la liègeoise, es decir, con una salsa semiduilce hecha con sirope de Lieja. Si me viera mi madre, que en Gloria esté, pensaría que me había vuelto tarumba, porque de pequeño, costaba sobrehumanos esfuerzos hacerme comer albóndigas. Pero en fin, es el derecho acambiar de opinión:

Para beber, una "Zinnebeer" de la brasserie de la Senne. Muy buena, tiene un toque a cilantro que le da mucho frescor.

Y nada más por hoy, amigos, que ya estuvo suave. Venga, besotes y abrazotes