Lo sé. Es un título poco fino para un domingo. A mí, personalmente, no me importa. Si yo no soy fina -mis lorzas, o, para ser políticamente correcta conmigo misma, "mis curvas", lo atestiguan-, no veo por qué habrían de serlo mis idas de tecla.
Pero es que hoy quiero hablar de hostias. Figuradas y reales. De faenas históricas -y no me refiero a la que firmó ayer Juan Mora en Las Ventas, otro torero de otoños como mi querido Curro Vázquez- y golpes noqueantes.
Faena histórica, por ejemplo, la de la ministra de Cultura a las figuras del toreo que, tirando de nobleza mucho más que de casta, fueron a su terreno para intentar meterla en la muleta. Pero la Sinde tiene muchas tablas, se revuelve, tobillera, y derrota con poco estilo.
Porque de toro manso, resabiado y reservón, fue no querer hacerse la foto con Ponce, Juli, Morante, Cid, Perera, Talavante y Cayetano. Los toreros dicen que ellos no iban a hacerse la foto -cierto es que no la necesitan, que su valor les retrata cada tarde frente a dos pitones, unas veces más astifinos que otras-, pero no osaron rebatir la máxima zapateril de que "lo importante es salir en la foto".
Ellos aseguran que, digamos lo que digamos los periodistas, están contentos porque la ministra se ha comprometido a estudiar el traspaso de las competencias taurinas del Ministerio del Interior al de Cultura. Que lo hará si administrativamente puede hacerse -y bien saben los que saben, y hasta los que no quieren saber nada, que administrativamente hay triquiñuelas para dar la pátina de "legal" a todo tipo de desmanes-.
No seré yo quien agüe la fiesta al personal -sobre todo porque le he arrancado a Ponce el compromiso de grabar un reportaje, ya que se quejan de que sólo salen en la tele cuando su vida pende de un pitón, y luego resulta que acceder a ellos es algo así como creerse lo del chuletón de Contador, o sea, imposible-, pero no les arriendo las ganancias.
Lo tienen tan difícil como las boxeadoras femeninas: haberlas haylas, pero son tan pocas y existe tan mala opinión sobre el boxeo en general, que conseguir un minuto en un informativo es para ellas más duro que salir con la nariz rota de un combate.
Sin embargo, a las boxeadoras preolímpicas españolas las dirige un equipo de personas que se han propuesto cambiar la historia a golpe de consigna. De comunicación. De tú a tú. De imagen. Que ya se sabe que vale más que mil palabras -sobre todo si la palabra es de ministro, que, al fin y al cabo, es político, y vive, casi casi, de mentir-.
Lo primero que han hecho es un minidocumental magnífico en el que Irene Gordo (tricampeona de España), Tamara García (quinta clasificada en el último Campeonato del Mundo) o Yasmina Musa (una de las grandes favoritas para pelear en los próximos Juegos Olímpicos) se muestran tal cual son, sin tapujos: jóvenes, modernas, luchadoras y, sobre todo, deportistas.
Han tenido que superar todo tipo de prejuicios y enfrentarse a un mundo que parece hecho para hombres -cuánto parecido con los toros, por cierto-. Pero nada es comparable al orgullo que se siente cuando su brazo se levanta al final de un combate. Es la mejor de las puertas grandes. Aunque estén reventadas. Porque más hostias da la vida. Y más cornadas.