Más información no es igual a más conocimiento

Por Vivirsintrabajar
Todos hablan de cómo el desarrollo de la radio, el cine, la prensa, y después la TV, la informática e Internet, han constituido la base para un cambio de era. Así ha surgido el término “la era de la información” o “la era del conocimiento” donde el conocimiento o la información están disponibles de forma libre y casi gratuita para la mayoría.En “la era de la información” el hombre aspira, en primer lugar, a estar informado. Sin embargo, la información se trata de una percepción de segunda mano sobre lo que solemos llamar el mundo. Así, la información esconde una pequeña trampa que conviene resaltar para no caer en ella. Veámosla.Si interrogamos a cualquiera sobre si está bien informado, después de decir sí o no, argumentará su respuesta con una serie de datos. Por lo tanto, podemos decir que la  información se configura mediante datos.Cuando abrimos un periódico o conectamos a Internet, lo que estamos haciendo es abrir el canal de transmisión de datos directo hacia nuestro cerebro, que será el responsable de tratar o procesar esos datos. A continuación, la pregunta más natural es si esos datos son ciertos o falsos.
Aquí se encuentra la trampa, en realidad la respuesta a esta pregunta resulta irrelevante pues esa sucesión de datos más o menos ciertos, no expresan de ninguna forma lo que podemos llamar una verdad, una experiencia de conocimiento real. Datos ciertos, más otros datos ciertos, más otros datos ciertos, configuran una verdad informativa. Y uno de los peligros es que cuantos más datos haya en la suma, más real parecerá esta pseudo-verdad.
Veamos un ejemplo para comprender de lo que estamos hablando:A una persona que nunca ha viajado a Australia, le enseñamos la foto de un ornitorrinco. Tras el dato visual, le damos tres datos: a este bicho le gusta vivir en agua dulce, pone huevos, y tiene pico de pato.
Esta persona procesa la información, y piensa de forma semiconsciente: “Le gusta el agua, mmm, pone huevos… si tiene pico de pato es un pato, ¡es un pato!”. Así, vemos como algo falso se  ha convertido en verdad informativa, únicamente mediante una secuencia de datos ciertos. Y ahora podemos reforzarla a través de más datos: este bicho nada muy bien, construye nidos, mide 40 centímetros… Sin embargo, la información no sólo permite mantener una falsedad como verdad a través de datos ciertos, también permite destruir los principios de verdadero y falso. Por ejemplo: tras ofrecer más datos sobre el ornitorrinco al informado, le damos un dato clave: este animal es un mamífero.  Tras escuchar el dato, pensará: “creo que los patos que conozco no hacen eso”, y pensará: “es un pato un poco extraño”. Esta persona continúa escuchando fascinado datos, datos y más datos sobre el ornitorrinco. Tanto escucha sobre el ornitorrinco que son los propios patos europeos los que se han vuelto extraños; el ornitorrinco le es tan familiar que él define su nueva concepción de pato. Finalmente, tras horas y horas de una continua secuencia de datos, sabe lo que ese bicho come, cuántas horas duerme, cuánto pesa, cuándo se aparea, cuántas crías tiene, cuántos años vive, cuáles son sus enemigos…  y sin embargo, ¡no conoce absolutamente nada al ornitorrinco! ¡Nada! No sólo eso: no conoce el ser que ese animal es; y además lo confunde con un animal completamente diferente… ¡el pato! 

Los datos seguirán en su memoria y ellos configurarán inútil información sobre una realidad que desconoce.