Al amanecer y con fuerte viento de levante, ha llegado José María
Aznar a la Ciudad Autónoma de Melilla con el propósito de echar
más leña al fuego y, de paso, arrearle un buen trancazo a Don
Mariano Rajoy que no estaba dando ni palo al agua.
Están saliendo a relucir varas de medir, mientras en los destinos
estivales populares se escucha ruido de garrotes y en el cuartel
de la vieja guardia pintan bastos.