Más pequeñas grandes cosas en torno a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid 2011

Publicado el 12 agosto 2011 por Noblejas

Después de publicar aquí "algunas pequeñas grandes cosas en torno a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid 2011", y luego "nuevas pequeñas grandes cosas en torno a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid 2011", hoy pienso que puede tener interés ofrecer "más pequeñas grandes cosas en torno a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid 2011".

Por ejemplo, encuentro en la red cuatro textos, a cual más interesante: 1) Una "voluntaria" en la JMJ que no cree en Dios, 2) un breve apunte de Diego Contreras, 3) otro, de Pilar Cambra, y 4) un largo extracto del largo artículo de Rafael Navarro-Valls en El Mundo:

1 --  Un interesate artículo sobre Soledad, una voluntaria sin creer en Dios, porque, como ella misma explica, «Benedicto XVI dijo que invitaba a creyentes y no creyentes a la JMJ»:

A ella no le mueve la fe en Dios, pero sí una convicción luminosa: «La gente necesita tener más optimismo, eso hace que muchos se esfuercen en mejorar como personas y que trabajen para mejorar el mundo». Y de eso trata la JMJ: de esperanza, optimismo, transformación y crecimiento.
«Me considero no creyente», explica. «Podría decir que soy agnóstica, pero no me gusta la palabra por sus resonancias en griego. No tengo evidencia suficiente para afirmar que hay Dios, pero tampoco para negarlo. No soy teísta, no afirmo tampoco un dios impersonal. Primero tendría que admitir la existencia de Dios, y luego que sea un Ser Personal», detalla. (...)

Estudiante de Filosofía, sabe mirar alrededor:

(...) «Lo que más me impresiona de la JMJ es que tiene una magnitud enorme y que si sale adelante se debe, en un 80 por ciento, a los voluntarios.   Pienso que los voluntarios –no sólo en la JMJ, sino en general–  tienen una actitud ejemplar, un querer darse, la confianza en que aportan un bien a la sociedad. Es impresionante que un acontecimiento de este tamaño funcione gracias a tanta gente que lo da todo porque cree en el proyecto». (...)

2 -- Leo a mi colega Diego Contreras, y copio sólo el último párrafo de Tres rasgos propios de la JMJ de Madrid:

Comentando con gente de aquí [Madrid] cual será el rasgo característico de esta JMJ, me ha llamado la atención que muchos coincidan en tres detalles estrictamente religiosos: la centralidad de la eucaristía (con numerosísimos templos y “capillas volantes” donde habrá adoración eucarística incluso por la noche), el protagonismo del sacramento de la confesión (con la novedad de que el mismo Papa confesará a algunos jóvenes) y la visibilidad del arte religioso (que estará presente no solo en el Via Crucis sino en la amplísima “oferta cultural” que se ha preparado para estos días).

3 -- Leo también a otra colega, Pilar Cambra, que escribe "Abiertos" por vacaciones.  Copio el primer y el último párrafos:

Ya están llegando… Ya empiezan a verse por Madrid los primero ‘mochileros’ de ese millón o millón y medio que nos ‘ocuparán’ (sin k) a partir del 16 de agosto, en la Jornada Mundial de la Juventud que el Papa presidirá del 18 al 21. Y, oigan, dan alegría. Aunque no a todos.

(...)

¡Miren: venga, va, que no se tenga que decir que España, Madrid es menos abierta, menos hospitalaria que Denver, Sídney o Roma! ‘Abiertos por vacaciones’ a la fe, a la búsqueda, a la esperanza, al entusiasmo de los peregrinos y, también, del Papa que viene al encuentro de todos. Especialmente de los que no lo esperan, ya ves… A lo mejor hay suerte y la hospitalidad se ve premiada con un contagio de esa esperanza y ese entusiasmo, que buena falta nos hacen.

4 -- Para terminar, después de leer lo que hoy publica Rafael Navarro-Valls en El Mundo - Orbyt ("La generación del milenio"), y tras conseguir pertinente y generoso permiso para publicar un largo extracto, aquí está:

DICEN QUE  la gran ciudad es mal sitio para vivir. Demasiada tensión y ambición en los rostros de la gente. No estoy seguro del acierto de este análisis. Lo que sí creo es que, en una gran urbe, hay una mayor incidencia de escepticismo, con buenas dosis de cinismo.

Llevo años viviendo en Madrid y son demasiadas las cosas que hemos visto los madrileños: no es fácil emocionarnos por casi nada. Será interesante contemplar el choque entre cinismo urbano e ingenuo entusiasmo de los miles de jóvenes de la generación del milenio (los nacidos a caballo entre el XX y el XXI), que invadirán Madrid en la Jornada Mundial de la Juventud. 

(...)

La generación del milenio, que pronto bullirá por Madrid, no ha heredado muchas certezas de sus progenitores, pero ha desarrollado una visión nueva de las cosas, cierta flexibilidad de mente y una notable solidaridad. No es que sean mejores que sus padres, pero son menos dogmáticos y, desde luego, están más abiertos a nuevos horizontes. 

La European Values Survey es la encuesta más seria sobre la evolución de los valores de los europeos. Se ha hecho ya en cuatro oleadas: 1981, 1990, 1999 y 2005; la de 2011/2012 está cocinándose todavía. En general, de esos análisis se desprende que la nueva generación joven es más sensible a los problemas religiosos, aunque no por eso frecuenta más las iglesias. Entre los jóvenes sin religión se desarrolla una religiosidad autónoma, difusa, al margen del cristianismo. Entre los jóvenes creyentes se reafirma un cristianismo de convicción, que manifiesta sin complejos la fe. 

No es extraño que aquellos papas (Juan Pablo II y Benedicto XVI) que han salido al encuentro de este último segmento de jóvenes, hayan optado -en sucesivas Jornadas- por rendirles el honor de exigirles mucho. Precisamente porque saben que la juventud contempla con ironía los esfuerzos patéticos de aquellos adultos que, «dimitiendo de su condición», se dedican a elogiarles y enfangarlos en las arenas movedizas de la adulación. 

Los que llevan muchos años en la Universidad, contemplando una generación tras otra, saben a lo que me refiero. Es natural que, una encuesta realizada entre los que ya han asistido a alguna otra JMJ, arroje este dato: nueve de cada 10 sostienen que, lo que vivieron, hizo cambiar su vida «mucho o bastante». En varias JMJ se ha entrevistado a bastantes asistentes acerca de lo que estaban viendo. Las respuestas más habituales han sido:

1) Nadie (ningún profesor, ningún familiar, etcétera) me había hablado con la claridad y exigencia del Papa.

2) No sé si estaré a la altura ética de lo que nos pide.

3) Haga o no haga lo que dice, «ese señor» (por el Papa) tiene razón

Me da la impresión que esa masa de jóvenes que avanza hacia Madrid desea algo distinto del monótono mensaje de los ideólogos de turno -voyeurs insaciables de la para ellos obscena realidad- que sostienen que no hay bien ni mal: sólo una densa bruma que envuelve en relativismo moral acciones y personas.

Probablemente, el Papa dirá exactamente lo contrario: frente a subjetivismo ético, hablará de verdades objetivas; frente a hedonismo consumista, insistirá en solidaridad y templanza; ante un horizonte cultural teñido de pesimismo, hará hincapié en la belleza de la verdad. 

EN LA JMJ del año 2000 en Roma -la segunda más numerosa en participantes (2,5 millones), tras la de Manila (cinco millones)- Indro Montanelli escribió un memorable artículo. La tesis del agnóstico e inteligente fundador de Il Giornale fue: «Esto que veo no lo explican ni la sociología, ni la psicología de masas ni la demografía. Yo no lo sé explicar desde mis categorías agnósticas. Habría quizá que entrar en el ámbito de la religión para comprender esto tan estupendo que yo contemplo, pero que no llego a entender». 

Este razonamiento apunta al centro mismo de lo que son estas Jornadas. El tema de fondo que mueve a esas multitudes de gente joven es la búsqueda del concepto de verdad. Es un itinerario inicialmente filosófico, que termina por ser un encuentro no con una cosa, sino con Alguien. Descubrir suavemente que las cosas son como Dios las ve. Fe y razón, sin confundirse, se interpelan de nuevo mutuamente. 

La importancia de esta nueva visita a Madrid de Benedicto XVI (tal vez la última que realice a España) radica en que, en esta ocasión, sus jóvenes interlocutores son una tierra especialmente ávida para absorber las pistas acerca de la verdad que vaya sembrando el Papa. Desde mi punto de vista, ya lo he dicho en otra ocasión, lo que se espera de la visita de Benedicto XVI es que disipe esa niebla de malestar, que se oculta tras la sociedad del bienestar. En una palabra, ayudar a recomponer ojos y corazones nuevos que superen la visión simplemente biológica del acontecer humano.