No puedo devolver el libro que ha caído en mis manos de Sergio Algora sin antes dejar aquí algunos poemas más...
Aferrado a mi propia mano
reconozco en el último suspiro
xxxxxxxxxxxxxxxxxxmi sitio natural.
La noche no tiene noche
xxxxxxxxxxxxxxni el consuelo rostro.
No se puede gozar ni un solo instante
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxdel placer de no estar aquí.
El mal se extenderá
sin límites y los enfermos
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxpadecerán curaciones.
Todo lo que está vivo es irremediable
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxy dócil.
Pero mi ausencia será el Diluvio.
PADRE
Hay que llegar a este extremo
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxrecién nacido.
Así serás bien hallado
xxxxxxen el pan crujiente del último amor.
Aunque vivas esto como el primer infierno.
Olvídalo
como olvida el día
lo que se le susurra al oído
para que nos alumbre.
Olvídalo
como él, que se hace noche.
Aprende
que sólo has venido para ver
cómo alguien te cierra los ojos.
Para el cansancio del hombre
no existe noche ni lecho
pues se nace en el último lugar
y la hiel es el manjar que demanda
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxvida cada día.
"Nacer es mucho más de lo que
podemos hacer por nosotros mismos",
es el piedra, papel o tijera
en un mundo sin brazos.
Todos los latidos de mi vida
una mascarada
o lo que es peor
único testimonio de ella.
Nada es capaz de engrandecernos
ni siquiera el sueño
con todos sus animales de carga.
Con los añicos de la realidad
sólo se puede poner la última pieza
xxxxxxxxxxxxxxxxxxen el puzzle del vacío.
xxxxxxxxxxxxxxxxx"Yo no encuentro nunca consuelo: el instante feliz
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxme quita todas las posibilidades de consuelo"
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxCarlos Edmundo de Ory
Le dijeron que en las aguas más profundas de aquel lago
se encontraba el tesoro.
Contaban que lo que guardaba el cofre otorgaba la felicidad
con sólo contemplarlo.
Se lanzó al agua y buceó hasta la extenuación.
Ya no le quedaba casi aire en los pulmones
cuando encontró el cofre y lo abrió: había un espejo.
Se vio reflejado antes de morir ahogado.
Vio
cómo el
mar
rompía
contra
las rocas
y
me dijo:
–Este
mar
tiene la
rabia–.
En iiel iiReino iilo
que iiiiiiiiiiiiiiinos
encantaba, itenía
menos iiiiadeptos
que iaquello iique
niiiiiiiiiiioiiiiiiiiiiis
m iia iit iiia iiib iiia
Algora, Sergio. 2003. Otro rey, la misma reina. Madrid, Ed. Devenir.