Después de hacer de chófer al Sr. Mas, D. Felipe sufrió el desplante del separatista catalán, que llegó tarde a una recepción al monarca. Se conoce que D. Arturo prefiere liderar la libertad de su pueblo a mantener buenas relaciones con su gobierno, que al fin y al cabo lo es, mientras lanza soflamas separatistas que corren una cortina de humo sobre la deuda de la Generalidad y la corrupción de sus dirigentes. D. Mariano el impávido, asiste con indiferencia habitual a las provocaciones del político independentista, que juega en el filo de una navaja que no corta por la desidia con la que se toleran los insultos y las ilegalidades del catalán. No es necesario votar, ni siquiera legislar por parte del gobierno. Lo único verdaderamente imprescindible, es que se aplique la ley, sin más, ni menos ciertamente, y que con ello se tranquilice, tanto a una mayoría de catalanes, como a los empresarios que sostienen el tejido industrial de la región y que llevan meses revueltos en sus asientos, ante una actitud del gobierno regional que está conduciendo a Cataluña hacia una hecatombe económica.