Dos mujeres se besan ante una manifestación contra el matrimonio homosexual en Marsella, siendo una de las fotografías más votadas entre las favoritas del pasado 2.012. Cada cual tiene derecho a pensar como le de la gana, con el lógico límite que establece la libertad ajena, y tanto los partidarios, como los detractores de este tipo de unión, pueden expresarse libremente en la calle sin que su manifestación sea objeto de burla o de ofensa por quienes opinan de modo contrario. La base es que los derechos de las parejas del mismo sexo han de ser los mismos que los de cualquir otra, pues no cabe pensar de modo diferente en una sociedad justa y demócrata, a partir de este punto, se pueden establecer todo tipo de disquisiciones sobre si se debe, o no, llamar matrimonio, pareja de hecho, matrimonio gay o como quiera que se le pretenda calificar.
Desde este espacio, en donde comentamos repetidas ocasiones las imágenes del día del orgullo gay, echamos en falta el día del hombre promiscuo, del putero, del zoofílico y de otras expresiones igualmente libres de sexualidad. Nadie puede criticar el sostenimiento de relaciones íntimas por dinero, siempre y cuando ambas partes consintiesen en el contrato, sin presiones externas, por más que Gallardón pretendiese terminar por ley con el oficio más viejo del mundo. La sexualidad, como la comida, forma parte de la fisiología humana y no parece que cobre mucho sentido estar orgulloso de la comida o de poder orinar libremente. Magnificar lo obvio no es bueno. que cada cual actúe como mejor le parezca, con ese límite establecido por los derechos ajenos, y que después, le pongan el calificativo que les de la real gana: Importa poco, y lo que cuenta al final, es poder ser un poco más feliz.