A propósito del debate que se suscitó en torno a la opinión de la psiquiatra Eulalia Torras, pongo en limpio mi opinión.
Creo que los padres que piensen que las guarderías -ahora llamadas escuelas infantiles, con programas educativos- son buenas para su hijo, o al menos, mejor que quedarse con la madre o con su padre en casa; son muy libres de hacerlo.
Al fin y al cabo, los padres tenemos unos límites de disponibilidad, unas capacidades para atender a los niños que varían de una familia a otra. Si la capacidad de la madre -o del padre- para permanecer junto a su hijo se agota, efectivamente, lo más probable es que el bebé esté mejor en la guardería que con unos padres malhumorados que no pueden, no quieren o no saben cómo interactuar de manera adecuada con él.
Pero lo peligroso me parece intentar convencernos -como hace el Ministerio de Educación y muchos políticos y fuerzas de distintas clases- de que los bebés de 0 a 3 años necesitan la escolarización en esa etapa.
Las razones por las que un niño es llevado a la guardería pueden ser muchas. Pero creo que la principal, es porque la madre se ve obligada a volver al trabajo por razones económicas, o porque quedaría fuera del mercado laboral si se pide una excedencia mayor que la escueta baja de las 16 semanas. Digo madres, porque desgraciadamente la inmensa mayoría de los padres ni siquiera se plantea dejar de trabajar para cuidar de su bebé, que ya eso es otro cantar.
Cierto que puede haber mujeres que a los 4 meses de parir estén deseando volver al trabajo, supongo que sobre todo profesionales cualificadas con trabajos vocacionales y bien pagados, cuya profesión ocupa un lugar central en la construcción de su identidad y su autoestima.
Pero hay una inmensa mayoría de madres -empezando por todo el ejército de limpiadoras, cajeras de supermercado, operarias de fábrica, auxiliares, etc... que trabajan por un salario y no por una realización profesional, y siguiendo por muchas que aunque trabajemos por vocación estaríamos dispuestas a parar un par de años para dedicarnos a nuestros hijos- que si pudierámos disfrutar de una baja maternal remunerada de un año o mejor dos, con protección de regreso a nuestro puesto de trabajo y todas las garantías, nos quedaríamos encantadas con nuestras crías. Quizás también haya muchos padres dispuestos a quedarse con sus hijos en esas condiciones.
Y resulta que, además, la neurociencia ha demostrado que eso es lo mejor para la salud y para el óptimo desarrollo cerebral y emocional de los bebés humanos.
Las investigaciones sobre la neuroplasticidad han demostrado que la maduración óptima de los cerebros de los bebés se produce en contacto directo con sus padres, sobre todo durante los dos primeros años de vida. Que lo mejor para su desarrollo neuronal, emocional y afectivo es ser portado en brazos, ser acompañado mientras duerme, estar al cuidado permanente de sus padres.
Por si fuera poco el argumento científico (la ciencia es una manera de conocimiento, pero no la única), resulta que permanecer junto a su cría es obviamente lo que han deseado hacer la mayoría de las madres instintivas a lo largo de la historia (eso es al fin y al cabo lo que es ser madre: ser insustituible, hacer algo que otro no pueda hacer por ti, madre es cualquiera que precisamente sea "insustituible" en nuestra infancia; para muchos niños ricos, que han sido criados por chachas, estas chachas han sido sus verdaderas "madres"); resulta que además es lo que ha defendido siempre el psicoanálisis; resulta que es lo que piensan las grandes formas de sabiduría y de espiritualidad; resulta que además es lo que hacen todas las especies de mamíferos, e incluso de aves: permanecer en contacto con su cachorro hasta que su cerebro madure y puede valerse por sí mismo. Porque el cerebro no reptiliano, el cerebro superior, necesita de esa "gestación exógena", de esos cuidados adicionales post-nacimiento para desarrollarse.
La idea perversamente sostenida de que es beneficioso para los niños escolarizarse desde los 0 años, encuentra luego apoyo en muchísimas familias poco informadas, que temen que sus hijos puedan quedarse "atrás" en conocimientos o estimulación si no son escolarizados "como los demás", y que encima no tienen otro remedio que llevar a sus hijos a la guardería, o también en familias con poca vocación para cuidar de sus propios hijos y responsabilizarse de su educación, que necesitan auto-justificarse o auto-convencerse de que lo hacen "por el bien de los niños".
Cada familia es libre de hacer lo que mejor le parezca. Pero la sociedad en su conjunto y los poderes públicos, deberían apoyar lo que está cientifícamente comprobado que es mejor para los bebés.
Las políticas públicas no deberían subvencionar las escuelas infantiles y menos aún vender sus bondades para los niños, sino la posibilidad de que aquellas madres y padres que sí tienen la capacidad, la disponibilidad y el deseo de permanecer junto a sus bebés puedan hacerlo, dado que lo que verdaderamente necesitan los bebés son madres y padres disponibles, y la guardería es un "mal menor" ante esa falta de disponibilidad, sea por la razón que sea (la más común, la necesidad de mantener el salario y el empleo).
Hoy en día sucede en España que madres que no trabajan llevan a sus hijos a guarderías públicas porque al tener menos ingresos en su hogar, tienen preferencia. Mientras que las madres trabajadoras que quisiéramos permanecer con nuestros hijos un año o dos, no recibimos ninguna subvención para hacerlo.
Aquellas madres o padres que sí tienen deseo de permanecer junto a sus bebés, al menos en los dos primeros años, deberían tener el derecho y el apoyo de toda la sociedad para poder hacerlo, dado que es mejor para sus hijos (y a la larga quizás hasta más barato para la sociedad). El modelo sueco de 16 meses de baja m(p)aternal remunerada, demuestra que es algo perfectamente posible.
El problema es que el enfoque oficial, el enfoque público, está invertido, pues parte de la falacia de que es beneficioso para los bebés acudir a las guarderías, y por tanto sería parte de su "derecho" a la escolarización. Se parte de la base de que lo mejor para todos los niños es la guardería, lo que es un error, que esta psiquiatra -y otros muchos- ponen en letra clara.
O sea, que abandonando el enfoque adultocéntrico y centrándonos en lo mejor para los niños, el dinero público no debería emplearse en primera instancia para subvencionar guarderías -dado que la escolarización de los bebés no es algo beneficioso para ellos, es sólo una consecuencia de la necesidad de los padres de continuar trabajando- sino debería emplearse para subvencionar y estimular a las madres y padres que quieran permanecer con sus hijos en esas edades tan tempranas que, como demuestra la ciencia, es lo más óptimo de todo.