Más sobre la visita del Papa a España

Por Jmbigas @jmbigas
He recibido algunas críticas (algunas escritas, otras verbales) sobre mi anterior artículo sobre este tema. Como todas se han planteado con el máximo respeto, yo las respeto del mismo modo, y no creo necesario aportar aclaraciones sobre la mayoría de temas tratados en dicho artículo.

Interior de la Sagrada Familia de Barcelona
durante la misa celebrada por el Papa
(Fuente: yahoo)

Sin embargo, sí quisiera aclarar algunos aspectos respecto a mi posición sobre los gastos de esa visita.Después de la visita, todo el mundo ha realizado balances de todo tipo sobre la misma. Todas las fuentes parecen coincidir en que la afluencia de público fue menor de la esperada. Pero también hay que entender que la seguridad puesta en marcha para todos los acontecimientos relacionados con la visita del Papa (tanto en Santiago como en Barcelona) frenaron a mucha gente. El propio acceso a la plaza del Obradoiro fue muy restringida, y, por supuesto, en el interior de la Sagrada Familia sólo estaban los específicamente invitados, mientras que el público en general debía seguir el acontecimiento desde pantallas gigantes situadas en otros lugares. En estas condiciones, es razonable pensar que muchos partidarios prefirieron seguir los actos desde la comodidad del televisor del salón de sus hogares.Algunos han aventurado una estimación del impacto publicitario de la visita del Papa sobre la marca turística España, y específicamente sobre las marcas Santiago y Barcelona. Se ha cifrado ese impacto en el equivalente a una campaña publicitaria con un coste de 66,5 millones de Euros. Ignoro los criterios utilizados para esta estimación.

Benedicto XVI entrando a la (ya)
Basílica de la Sagrada Familia
(Fuente: Cinco Días)

Parece claro que el Estado debe cubrir los gastos de muchos acontecimientos, eventos e incidencias, al margen de que le guste o no, de que sea partidario o contrario. Hay que desplegar dispositivos de seguridad (que involucran recursos del Estado) para muchos partidos de fútbol ú otros acontecimientos deportivos, o para las visitas de dignatarios internacionales, Jefes de Estado, Primeros Ministros, o también para toda clase de manifestaciones de toda laya o tendencia. No es posible racanear en ello, porque la seguridad es responsabilidad del Estado, y debe hacer frente a ello con la mejor disposición, y persiguiendo siempre la máxima efectividad.Pero también es cierto que cuando cualquier Jefe de Estado visita España, raramente organiza actos públicos que involucren multitudes, como es el caso de las visitas del Papa. Posiblemente haya reuniones con el Presidente del Gobierno, o recepciones (a menudo con cena) en el Palacio Real, etc. Pero si organiza una recepción para la colonia de su país en España, será su propia Embajada la responsable de la organización del acto.En la Constitución Española de 1.978 se define a España como un estado aconfesional (los matices entre aconfesional y laico se me escapan) pero a la vez se describe una relación preferente y una colaboración especial con la Iglesia Católica. Parece evidente que los legisladores constituyentes, hace ya más de treinta años, no se atrevieron (o no les pareció conveniente) el cortar de raíz la situación que se vivió en España de nacionalcatolicismo franquista durante cuarenta años.Ya desde el propio Alzamiento Nacional (es decir, el Golpe de Estado del 18 de Julio de 1.936, que derivó en una sangrienta Guerra Civil que duró tres años y desgarró país y familias) la Iglesia Católica se posicionó claramente del lado de los golpistas. Entre otros argumentos para este alineamiento (probablemente bastante más espúreos y menos confesables) hay que reconocer que entre las fuerzas políticas que soportaban la República (y especialmente entre las facciones del lado republicano durante la Guerra Civil) abundaba el sentimiento anticlerical, que se convirtió con mucha facilidad en actos violentos contra sacerdotes, monjas, iglesias.

Franco, bajo palio
(Fuente: arkimia)

La Iglesia Católica, de hecho, ha sacado partido de esa violencia en su contra, a base de la beatificación de muchos mártires de esos actos. Donde otros sólo tienen muertos y asesinados, la Iglesia tiene mártires. Hay que reconocer su larga experiencia en diplomacia internacional.Pero el sentimiento anticlerical NO era un sentimiento religioso (o antireligioso). Tenía mucho más que ver con la alineación histórica y tradicional de la Iglesia Católica con los poderosos, y con su esfuerzo pastoral en impregnar a las clases populares con la resignación como única arma contra la opresión.Acabada la Guerra Civil, la Iglesia Católica recibió el premio a su apoyo incondicional a los insurrectos. A cambio tiñó el Régimen de catolicismo impregnado. Recordemos que al anterior Jefe del Estado, la Iglesia Católica le concedió el privilegio de entrar bajo palio en iglesias y catedrales.Para muchos, pues, la Iglesia Católica se dejó apropiar por uno de los bandos y, de modo imparable, se alió por tanto con el enemigo. Sufre, pues, de un problema parecido al de la bandera (rojigualda), que para muchos sigue siendo la bandera del otro bando. Ya he sugerido en otro artículo la conveniencia de diseñar una bandera nueva, sin herencias, que pueda ser realmente la de todos los españoles.

Multitud frente a la Basílica de San Pietro in Vaticano
(Fuente: grupoemedios)

Y, de nuevo, todos esos sentimientos que estoy relatando no son, en absoluto, religiosos. A ellos les dan alas los intentos reiterados de la Iglesia Católica de extender sus dogmas y principios a la sociedad civil. El Estado es el único responsable de definir los deberes y derechos de todos los ciudadanos, al margen de su raza, sexo o religión. Por supuesto, la Iglesia Católica y los católicos, como cualquier otro ciudadano, tiene todo el derecho a manifestar su opinión y a definir su posición. Y pueden optar por ser más restrictivos en sus costumbres de lo que la Ley permite y autoriza, y decidir no divorciarse, no abortar o no utilizar otro método anticonceptivo que la castidad.Pero, creo, ninguna confesión religiosa debe pretender que la Ley esté de su parte. Porque la misión de la Ley es la de regular la sociedad civil, que está formada por absolutamente todos los ciudadanos.Y, desde luego, denominar a esta independencia como laicismo agresivo, que es lo que ha hecho Benedicto XVI, me parece una salida de tono y una falta de educación de las que todavía estoy esperando que pida disculpas. Y su referencia a los años 30 es un intento torticero de recuperar en su ayuda pasados episodios de violencia que nada tienen que ver con la necesaria independencia de la Iglesia y el Estado, ni con la situación actual.

José Montilla, Presidente de la Generalitat, saludando
al Sumo Pontífice
(Fuente: EFE/ABC)

Resumiendo, no me queda más que aceptar que con mis impuestos se paguen parte de los gastos provocados por la visita del Papa a España, del mismo modo que tengo que aceptar los costes asociados a los despliegues de seguridad (y las incomodidades para los ciudadanos) que suponen muchas Cumbres políticas internacionales, o algunos partidos de fútbol de la Liga o de la Champions, o muchas manifestaciones que ocupan nuestras calles (sean a favor o en contra del aborto, pro Sahara Libre, contra Israel, o por cualquier otra causa).Pero las normas básicas de la educación nos dicen que, cuando nos invitan a cenar en la casa de otros, no es de buen tono soltar que la sopa está fría (aunque los témpanos naveguen por el plato).¿ Que pasa con España que despertamos esta agresividad en el Papa ? ¿ No será que la Iglesia Católica se resiste a perder una posición de privilegio a la que se habían acomodado ?. Llamadme afrancesado, pero envidio a Francia en la claridad con la que ha sabido lidiar con este tema de la independencia de Iglesia y Estado. El Estado francés se autodefine como laico desde la Ley que lo consagró en 1905. Y, sin embargo, la Iglesia Católica parece encontrarse cómoda con esa posición oficial del Estado francés cuando reconoce, en su propia web, que "La laïcité est un cadre qui permet à tous, croyants ou non-croyants, de vivre ensemble" (el laicismo es un marco que permite a todos, creyentes o no creyentes, vivir juntos). Para mí, una manifestación de buen juicio que me gustaría ver en nuestra Conferencia Episcopal.

La Princesa Letizia, besando la mano del Papa
Benedicto XVI a su llegada a Santiago de Compostela
(Fuente: Cotilleando)

Y, por cierto, me gustaría ver que nuestros representantes institucionales, cuando actúan como tales, manifestaran una actitud neutra (y no devota ni contraria) ante el Papa cuando viene de visita. Que Juan Carlos de Borbón, si se siente creyente católico, le bese la mano al Papa, no merece ni siquiera una opinión. Pero el Rey de España creo que no debería hacerlo. O la devoción de la princesa Letizia que, además de resultarme innecesaria, no me parece creíble.Mucho tendré que seguir escribiendo sobre este tema, pero eso será en otro artículo.JMBA