Resulta complicado hablar sobre alguien de quién apenas existe historia escrita en ninguno de los lugares habituales donde, presumiblemente, se pueden encontrar datos que faciliten la reconstrucción de algunos de los pasajes de la vida de un ajedrecista. Y si esta persona resulta ser Max Adolf Albin, el problema se acentúa, debido a que la poca información que existe sobre él se halla absorbida y parcialmente integrada e incluida en la biografía de su padre, Adolf Albin, a secas.
Max Adolf Albin, en octubre de 1912 en Barcelona
La mayoría de las veces, mucha información que sale a la luz se debe a la constancia de personas que han tenido, primero, la precaución de guardar todo aquello que les iba fluyendo y, más adelante, la generosidad para que sus “tesoros” salieran a la luz pública para conocimiento de todos nosotros.
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