Llevo algo de prisa. Son las 20:15 y salgo de casa: el bolo abre puertas a las 21:00 y quiero ser puntual.
Llego a la entrada de la Sala BeGood a las 20:50, con algo de tiempo para hacer “la previa”, como llamamos en esta casa a la cerveza anterior a un bolo, donde nos ponemos al día, cambiamos impresiones o sencillamente, hacemos tiempo a que llegue el resto de la gente. (Aunque esta era la primera vez que cubría un concierto yo solo).
Estoy escribiendo en una libreta y poniendo al día mi agenda cuando, maldita sea, entran al bar a cenar los miembros de The Vacant Lots y de Elephant Stone. Eso quiere decir que iremos lentos hoy…
Me acabo la cerveza tranquilamente y salgo sabiendo que tendré que esperar un buen rato. En la puerta de la sala me dicen que abren puertas en 15 minutos (¡pero si ya son las 21:15!), así que me voy a por un bocata para cenar…
Finalmente entro a la sala, me pido una cerveza (¿4 pavos, en serio?) y me sitúo tan cerca como puedo del escenario; quiero enterarme de todo lo que pase.
THE VACANT LOTS
Una guitarra de 12 cuerdas. Esto promete. The Vacant Lots (TVL) son un dúo británico, guitarra y teclados, con batería digital. Tras empezar a las 22:00 y después de un par de canciones con problemas de sonido, se les vio algo más cómodos, aunque eso no impidió que acabaran la actuación poco más de media hora más tarde de salir, y casi con prisa por salir de allí.
Musicalmente hablando, tenía la impresión de que me iba a encontrar con un grupo “punkodélico” (la expresión es mía), pero se me hizo más cercano a una especie de electro-rock (culpa de la batería digital, tal vez). Atmósferas densas, poliedros en el telón de fondo y una funda de teclado que impedía ver gran parte del teclista son algunos detalles destacables de un directo que acabó en una exhalación.
ELEPHANT STONE
El gran reclamo de este grupo es, sin duda, el sitar.
Si recordáis entradas anteriores, ya tuve ocasión de toparme con el Haegeum y el Geomungo en el concierto de Jambinai, pero el sitar es nueva para mí, excepto por ese gag de Bill Hicks (sabéis cual os digo, ¿no? No me hagáis imitarle).
Rishi Dhir, el líder, apareció tocando el bajo, descalzo, para terminar cambiándoselo al teclista, mientras se situaba cómodo en una pequeña plataforma donde se dejaba llevar en solos de sitar, la sala entera se volcaba en vítores y aplausos cada vez que terminaba un tema, deseosos de seguir deleitándose con el exótico sonido que consigue crear Elephant Stone.
Y no sólo eso: los temas de Elephant Stone eran sólidos, interesantes, consiguiendo que unos cuantos de los asistentes acabáramos hipnotizados, disfrutando del espectáculo, encantados de estar allí.
Una pena que tuviera que irme poco antes de que terminaran, pero necesitaba coger el último metro (es miércoles) para volver a casa…