Había un hombre solo, sin sucesor,
que no tenía hijo ni hermano,
sin embargo, no había fin a todo su trabajo.
En verdad, sus ojos no se saciaban de las riquezas,
y nunca se preguntó:
¿Para quién trabajo yo
y privo a mi vida del placer?
También esto es vanidad y tarea penosa.
Más valen dos que uno solo,
pues tienen mejor remuneración por su trabajo.
Porque si uno de ellos cae,
el otro levantará a su compañero;
pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!
Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes,
pero uno solo ¿cómo se calentará?
Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo,
dos lo resistirán.
Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente.
Eclesiastés 4:6-12Soy terrícola, secularista y humanista.