Frente a un post pesimista, otro optimista. Hay crisis que ponen en duda la continuidad de la existencia de un país o un colectivo. Alemania, tras la Segunda Guerra Mundial, estuvo muy cerca de dejar de ser. No es esa la cuestión en este momento. La única duda es ¿servirá la crisis para un repunte y desarrollo posterior? ¿O para condenarnos a una situación africana de miseria mantenida?
Viendo en manos de quienes estamos, el cuerpo te pide votar por lo segundo, miseria subsahariana en manos de una casta tan privilegiada como incompetente. Pero hay algunas razones para la esperanza, las apunto:
Autonomías. Eran y deberían ser un constructo administrativo. Y se ha convertido en un monstruo político. Si quiero que haya algo en Sevilla, es para no tener que irme a Madrid, pero con la Administración electrónica y Bruselas ¿ qué me importa donde este lo que sea? Si la crisis hace que se desmonten esas 17 aberraciones, dejándolas en lo que deben ser (que no se que debe ser, pero desde luego, diez veces más baratas), eso será bueno para el futuro.
Televisiones Locales. Más de lo mismo.
Funcionarios. Fin del mito de las oposiciones. Una maldición que en tiempo tuvo su sentido, pero fue en tiempos del siglo XIX. Los funcionarios están viendo que su plaza NO ES en propiedad, ni su empleo garantizado. Si hay dinero, ellos cobran. Si no lo hay, pues a pasarlo mal como todo el mundo. Si la crisis nos lleva a una racionalización administrativa, a una eficacia de gestión, a un peso controlado de lo público, y a una gestión menos intrusiva, eso sería un sueño.
Exportaciones. Salir del provincianismo económico. El mundo es amplio, y nosotros tenemos cosas que vender en él.
Inglés. Y ese mundo amplio habla inglés como lengua franca. Los padres están viendo que sus hijos deben dominarlo. Es vieja preocupación, pero ahora es condición casi de supervivencia.
Cultura del esfuerzo. Las cosas no son fáciles. Y hay que endurecerse. Esto, llevado a las nuevas generaciones, será excelente.
Empleabilidad. Hasta los empleados de banca están viendo que no hay empleo seguro ni por vida. La formación pasa, de ser un adorno, a una garantía de empleo.
Salir del monocultivo de la construcción. En el fondo, somos como esas poblaciones del siglo XV, que apostaban todo a una sola cosecha, y si esta se iba, la hambruna golpeaba. Nuestra cosecha fue el ladrillo, nuestra hambre, la crisis. Los agricultores aprendieron que nunca debía dejarse el futuro condicionado a un solo tipo de producción. Nosotros también lo estamos descubriendo.
No vivir a préstamo. Tanto en lo particular, como en las empresas “apalancadas”. Lo sabían nuestros abuelos: deber es malo, y te pone en manos del acreedor y a su capricho.
El país estaba en un muy mal camino. Venía mal orientado, pero los ocho años del impresentable aceleraron la debacle. En el fondo, su error fue darnos lo que le pedíamos, como esos padres complacientes que todo le dan al hijo para mal comprar el cariño y evitar complicaciones. La crisis ha cortado todo eso. La cuestión es ¿y es que todavía no nos hemos dado cuenta?