Corría la noche de ayer. Después de hacer todas las tareas de (m)amá de casa, de blogger, de amiga y de skypear con la familia estaba agotada. Me dolía el dedo meñique de tanto teclear y limpiar.
Semenator- Ven, te voy a consentir. Túmbate que te hago un masaje.
Sra. Desmadres- ¡Vaya! (esté va a querer masaje con final feliz pensé para mis adentros) Venga, me vendría fenomenal.
Me tumbé boca abajo y le dije que en la mesilla había crema-digo ya si lo va a hacer que sea lo más profesional posible.
Curiosamente la crema no resbalaba. Insistí en que me pusiera con ganas pues sobre todo mis pies necesitaban humectarse. Mi querido, por una vez en la vida, me hizo caso y me puso con mucha enjundia.
El masaje en lugar de ser placentero y reconfortante empezó a molestar pues la crema me hacía daño, no deslizaba.
Sra. Desmadres: ¡Vaya que estoy reseca como se absorbe la crema de rápido! Venga pon un poco más.
Semenator: ¿Mas? Si ya estás toda blanca y pringosa.
Momento de abrir los ojos. Voltear y ver a Semenator con el tubo del bálsamo para pañal en la mano, todas las manos blancas y de mi ser ni les cuento.
Esto merecía una entrada en el blog, un aplauso y una aclaración pública: mi macho alfa no es metrosexual. Mira que no distinguir la crema del bálsamo.¡Ainssss! significa que jamás le ha puesto bálsamo a mi bestia y todavía tiene la desfachatez de decirme: -De algo te ha servido pues en la caja dice que ALIVIA Y CURA.
De masaje poco y de erótico nada. La realidad supera la ficción.