Me da la impresión de que hace no mucho ya algo les conté sobre lo que estaba pasando en la playa de Maspalomas y si no fue así, lo soñé. Me refiero a que tras diferentes temporales de lluvias y oleaje, estos fenómenos han dejado una imagen de esta zona emblemática completamente desconocida para los isleños.
Entiéndame, a mi edad es normal que empiece a confundir las cosas y a no recordar los acontecimientos cercanos, como sobre que he escrito o sobre que no, pero sí mantengo los recuerdos lejanos y prueba de ello es la vaga evocación que tengo del origen del nombre de la insigne playa sureña.
Según leí hace mucho tiempo, el nombre de Maspalomas es y sigue siendo un misterio para los historiadores y conocedores de nuestra isla. Según Néstor Álamo, el nombre de la playa proviene del conquistador mallorquín, Rodrigo Mas de Palomar quien, al obtener tierras en la zona, puso su nombre a la citada playa hasta degenerar éste en el que hoy conocemos. Pero otra teoría que resulta certera es aquella que habla de la gran cantidad de palomas provenientes de África y que realizaban una parada en la charca para descansar y beber agua.
La verdad, como digo, será difícil de conocer, pero la realidad, se muestra en la imagen de lo que es ahora nuestra playa y de lo que fue. En la actualidad encontramos que esos finos granos de arena dorados, han sido sustituidos por grandes y esféricas piedras, también conocidas por el grito que da un profesor en clase a sus alumnos cuando hay revuelo, “callaos”. Como decía, la playa que tantos cuerpos vio tostarse al sol, encuentra ahora que sobre sus lomos son senderistas con botas de montaña los que intentan abrirse paso a través de ella.
Ante el peligro de que la playa pierda el turismo de sol y playa y lo cambie por un turismo más rural, turismo poco trabajado en Canarias por cierto, desde diferentes estamentos políticos se han apresurado a autorizar la construcción de un dique, para frenar la desaparición de la arena. Solución, a mi entender que no servirá de nada, porque si les soy sincero, yo no creo que haya sido el mar el que se haya estado llevando nuestro oro tropical. Yo creo que han sido ellos, los de la isla de al lado, que viendo que cómo ya no les funciona eso de poner fotos de nuestras playas para promocionar su isla, ahora ya vienen y nos roban la arena directamente.
Sea como fuere y esperando que la imagen de la que es una de las mejores playas del mundo y del universo, solo superada por el “Mar de la tranquilidad” de la luna, vuelva a ser la misma y en ella podamos disfrutar de la maravillosa mezcla de olores que formaban el salitre, el bronceador de coco y la ensaladilla, pedirle a los descendientes de Rodrigo Mas de Palomar que vuelvan a hacerse propietarios de la zona, o que las palomas que por allí paraban a descansar también regresen porque si esto no cambia tendremos que llamar a nuestra Maspalomas, Masrocosa…
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…