Busco la palabra en el diccionario, vaya que estuviera equivocado, y me encuentro con la siguiente definición: Estimulación de los órganos genitales o de zonas erógenas con la mano o por otro medio para proporcionar goce sexual. Así, de entrada, que la Academia tiene normalmente su puntito añejo –soy suave-, no parece nada raro, tampoco grave o anormal. Es más, yo diría que es de lo más –y más- habitual. Si uno es obtuso, que hay de todo en la cuadra, se le puede dar vueltas a lo de “por otro medio”, porque hay ya sí que caben interpretaciones, ensoñaciones, pudores y hasta calentones varios, según la obtusidad de cada cual, eso ya no entro a valorarlo. Entendiendo la masturbación como algo habitual, cotidiano y, sobre todo, normal, muy normal –si escribo “frecuente” seguro que se le escapa una sonrisilla-, menos puedo entender la que se ha montado en esta España nuestra con el caso de Olvido Hormigos, concejal en el ayuntamiento de Los Yébenes. De tal escala y dimensión que llegó a eclipsar la tristeza menguante y absurda de Cristiano, el hachazo implacable de Contador y, sobre todo, la visita de Angela Merkel a nuestro país, esa diva de los mercados, los recortes y la austeridad como esencia natural e innata del ser humano. El vídeo de Olvido ha podido con todo y todos, durante varios días se convirtió en el TT de todas las redes sociales de nuestro país, y no sólo me refiero a las tecnológicas, que todavía las barras de bar y las colas –de lo que sean- están por encima en cuanto a número de usuarios –y velocidad de propagación-. Ni usted ni yo hemos visto el vídeo de Olvido Hormigos, faltaría más, aunque la página web que aún lo aloja –o alojaba- indique que son ya casi un millón de usuarios los que lo han visualizado. Seguro que el 95% de estos visitantes virtuales son extranjeros o de cualquier otro planeta del Universo, que a los españoles estas cosas no nos interesan –modo ironía. Si este artículo tuviera otro título, reproduciendo cualquiera de las otras “denominaciones” populares de la masturbación, no me cabe de que captaría la atención de más lectores. Créame. Si a esto le unimos que el vídeo de marras estuviera protagonizado por una mujer y, además, política, podemos llegar a entender el revuelo que se ha montado. Yo, al menos, entiendo este masivo interés desde la más profunda tristeza. No hablo de decepción, porque tampoco me ha sorprendido. Qué lejos aún estamos de conformar una sociedad igualitaria, en su sentido más esencial. Porque queramos o no, nos guste más o menos aceptarlo, seguimos siendo un país terrible y soporíferamente morboso. Nos regodeamos en el morbo, lo disfrutamos, nos encanta comentarlo y compartirlo. Y lo que es peor aún, nos encantar catalogar y juzgar moral y éticamente el comportamiento de los demás, siendo, como siempre, muchos más complacientes y transigentes con las acciones de los hombres que con las de las mujeres, a las cuales les seguimos permitiendo muy poco. Si uno se detiene un instante a pensarlo, puede que tengamos mejor concepto de ellas, de las mujeres, de ahí que nuestra exigencia sea más alta, mientras que con los hombres somos más permisivos, ya que somos conscientes de todas las “taras” que traemos de fábrica. Pero no, sólo se trata de una explicación simplista y miope, no seamos tan complacientes, es simplemente porque seguimos siendo un país y una sociedad absolutamente machista.Nos puede gustar más o menos, la podemos entender o no, eso es lo de menos, la realidad es que Olvido Hormigos ha sufrido un multitudinaria intromisión en su vida privada, de su intimidad, con todo lo que esto acarrea. Hablemos de vejación, de escarnio público, de chistes grotescos, de rumorología desmadrada, de calificativos humillantes y facilones, de rancia e hipócrita moralina, hablemos de todo eso y de mucho más, que todo cabe, pero casi nada vale. Hablemos de esa España que hurga en los rincones de los dormitorios, que sigue tratando de colarse sin permiso bajo las faldas, que confía más en el chisme que en la certeza y que deambula entre la hipocresía y la aceptación pública. Insisto, el caso de Olvido Hormigos ha alcanzado semejantes proporciones porque, en primer lugar, es mujer, porque se trata de un contenido sexual y porque es política. Una mujer que se masturba y que lo graba, encima, pero cómo es posible, cuántos gritos silenciados en las últimas semanas. Una vez más hemos vuelto a demostrar que en determinados asuntos seguimos siendo un país mojigato, que no hemos superado nuestros “traumas” y/o “tabúes” sobre el sexo, y mucho menos cuando estos los protagoniza una mujer -¡y política!-. Un capítulo más de esa novela negra española que nunca hemos dejado de escribir –y leer. El Día de Córdoba