Otra semana que todavía no ha terminado y que me ha llevado a Madrid, Sevilla, Zaragoza, Girona y Huesca. En Sevilla pude disfrutar junto a un magnífico arroz con pescado de la fantástica compañía de Luis. Hablamos mucho del futuro, de planes, de deseos, de ideas de negocio, de ganas de hacer cosas...
Un maestro samurai paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vieron a lo lejos un sitio de apariencia pobre. Se acercaron a él y encontraron una pareja y tres hijos que descalzos y vestidos con ropas rasgadas malvivían en una cabaña de madera. Se acercaron al padre de la familia y el samurai preguntó:
- Aquí no hay muchas posibilidades de trabajo, ni comercio, ni fértiles campos ¿cómo hacen para sobrevivir?.
El señor respondió:
- Tenemos una vaca que nos da varios litros de leche todos los días. Unos cuantos los vendemos o cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con el resto producimos queso, cuajada... para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo.
El maestro agradeció la información, contempló el lugar por un momento, se despidió y se fue. Su discípulo le siguió. Cuando se habían alejado unos cuantos metros, el samurai rompió el silencio dirigiéndose al discípulo:
- Busca la vaca, llévala al precipicio de allí enfrente y empújala al barranco.
El joven se quedó espantado con la orden del maestro, pero volvió sobre sus pasos, buscó la vaca, la empujó hasta el precipicio y la vio morir. Aquella escena le quedó grabada en su memoria durante años. Hasta que un día, agobiado por la culpa decidió regresar al lugar y contar a aquella familia lo que había hecho, pidiéndoles perdón y brindándose a ayudarles.
Así lo hizo, y a medida que se acercaba a aquel lugar encontraba todo muy bonito: niños jugando entre árboles floridos, bonitas casas, más familias... El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia habría tenido que vender sus yermas posesiones para sobrevivir. Encontró a un hombre mayor y le preguntó por aquella familia que vivía allí en soledad hacía seis o siete años, y el hombre le llevó hasta la casa del dueño de la vaca.
Elogió el lugar y su nuevo aspecto infinitamente más aseado y correcto, y preguntó:
- Pero... ¿cómo hicieron para mejorar este lugar y cambiar de vida?
El señor entusiasmado le respondió:
- Nosotros teníamos una vaca que cayó por el precipicio y murió, así que para sobrevivir nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así alcanzamos el éxito que ahora ves.
¿Sabes ya cual es tu vaca, que te lleva a la rutina y de la que eres dependiente?. No dudes ni un minuto en empujarla por el precipicio.