Ser matador, ahora con título académico oficial, faculta a los que cursen estos estudios de dos cursos de duración (unas 2.000 horas lectivas) para matar novillos sin picadores, ser banderillero, peón agropecuario o pastor como una posibilidad más de elección en la Formación Profesionalen nuestro país. En el borrador de la propuesta de la Comisión Nacionalde Asuntos Taurinos (CNAT), que sirve de base para convertir las enseñanzas que proporcionan las escuelas taurinas en un título de FP, no figuran asignaturas de ética o valores que sirvan para incitar la reflexión de estos jóvenes sobre la tortura animal, el dolor, el ensañamiento y demás manifestaciones de violencia gratuita que conllevan muchas fiestas taurinas en España. Una honda tradición “cultural” de la que deriva el toro embolado, el toro de la Vega o toro lanceado y otras celebraciones taurinas cuya crueldad es directamente proporcional al peligro que encierran para participantes y espectadores. No hay más que conocer el número de muertos producidos este verano con estas celebraciones para constatar esa relación crueldad/peligro.
No hay ninguna necesidad de instaurar un título de tauromaquia para apuntalar -como advierte Carlos Moya, impulsor de una recogida de firmas en contra del proyecto ministerial- “una tradición en declive creando artificialmente un relevo generacional que ya casi no existe”. El progreso de España no se basa en el mantenimiento de tradiciones arcaicas y bárbaras, sino en potenciar la más exigente preparación de los jóvenes y posibilitar que la investigación, el desarrollo y la innovación caractericen nuestro tejido industrial, tecnológico, científico y cultural. No es derivando fracasados de la ESO hacia la Formación Profesionalpara convertirlos en banderilleros o monosabios como compartiremos lugar entre las naciones más poderosas y avanzadas del mundo, sino ayudando que esos niños completen sus estudios y participen de los esfuerzos y actitudes que hacen progresar al país.