A Zabi lo habían intentado pegar, atacar, apuñalar y violar muchas veces. Antes, durante y después de las bodas. En Afganistán, la costumbre de invitar a transexuales a bailar para sus bodas está tan arraigada como la de asesinarlos tras la celebración de las mismas.
Apenas hace unos días, el autor del artículo sobre Zabi, Plàcid García – Planas descubrió que la mujer transexual sobre la que había escrito el artículo había sido asesinada a manos de hombres de la etnia pastún en kabul. “En el país de los burkas no hace falta ser talibán para actuar como un talibán” comenta el autor.
Según relata Plàcid en el artículo original, Zabi tiene algunos anillos y dos uñas rosas que sobresalen de sus dedos meñique y pulgar de sus manos. La idea de tener sólo dos uñas es la de poder usar sus puños como arma de defensa en forma de ataque.
Pero aquel día en que Zabi fue asesinada de nada le valieron sus puños contra las manos de los cobardes asesinos que le quitaron la vida para luego descuartizar el cadáver y enviárselo a su familia. Los dueños de una carnicería le invitaron a bailar en una boda y, después de la fiesta, perpetraron el crimen.
Afganistán es hoy en día un pedazo del infierno en la tierra, un lugar de injusticia donde cualquiera puede jugar a ser Dios y condenar a cárcel a una mujer por haber sido violada o matar a una mujer transexual por el simple hecho de serlo. Es un país donde la comunidad LGTB sufre el castigo de la crueldad e ignorancias del ser humano. Y donde la comunidad internacional – tras años de guerra – no ha hecho nada para evitarlo.