Franco se creía inmune a cualquier atentado, y los diferentes intentos fallidos que se iban produciendo a lo largo de los años lo iban convenciendo de poseer esa bendición divina que lo hacía 'inmortal'. De todos modos y para asegurar su vida, poseía un numerosísimo cuerpo de escoltas que velaban por su seguridad. Muchos eran los policías y militares infiltrados en las filas de los grupos anarquistas y contrarios al régimen, que se encargaban de pasar información continua de los movimientos y posibles actos delictivos hacia el Caudillo.
En 1937, Franco debía asistir al funeral del Gral. Mola en Pamplona, acto que intentaría ser aprovechado para atentar contra su vida durante el cortejo fúnebre. Sin embargo, una mala coordinación por parte del ejército republicano hizo imposible llevar aviones de combate hasta allí para que lo bombardeasen.
Tras la Guerra Civil, un grupo de generales creyeron en la posibilidad de, tras haber ganado la guerra, reemplazar a Franco por la monarquía. Recibían el apoyo de Inglaterra, pero ninguno de los planes elaborados para quitarse de encima al caudillo llegó a buen puerto.
En los inicios de los años 40, desde la Junta Nacional de la Falange Autentica se discutió el asesinato de quien ellos creían traidor a la causa falangista, aunque finalmente no se produjo gracias al sistema de espionaje del régimen. A Juan Bautista Pérez de Cabo, reconocido falangista que había participado en varias reuniones, se le quito de en medio tendiéndole una trampa en la que se le implicó en una turbia trama de estraperlo con un envío de harina humanitaria realizada desde Estados Unidos. Fue ejecutado por este hecho, aunque se sabía que el motivo principal atendía a la conspiración contra Franco.
Por otra parte, el gobierno norteamericano también estuvo sopesando la posibilidad de organizar un complot que acabase con la vida del dictador, pero se descartó tras llegar a la conclusión de que Franco solo era peligroso para los españoles y podía ser útil en los intereses que tenía EEUU para traer sus bases a España y con ello controlar estratégicamente el norte de África y el Mediterráneo occidental.
Sin embargo, uno de estos intentos fue totalmente desconocido para los servicios de seguridad y el 12 de septiembre de 1948, una avioneta cargada con 100 kilos en bombas despegó desde Biarritz en dirección a San Sebastián, lugar donde se encontraba Franco para presenciar una regata. A pesar de este desconocimiento, el perfecto dispositivo de seguridad interceptó la avioneta y varios cazas que sobrevolaron la zona le obligaron a dar media vuelta. Un año más tarde, un grupo de anarquistas conocidos como "los maños" se trasladaron desde Francia, donde vivían exiliados, hasta Madrid, con el objetivo de atentar en las inmediaciones del Palacio del Pardo, lugar donde Franco despachaba con los diferentes cuerpos diplomáticos. Un militar había colaborado y pasado información a cambio de una generosa retribución de 200.000 pesetas, que fueron conseguidas por "los maños" tras robar una entidad bancaria. Finalmente, todo el plan se vino abajo cuando el contacto se echó para atrás y se quedaron sin la importantísima colaboración; aunque la agrupación se quedó en la capital para planear un nuevo golpe.
Fue uno de ellos, Niceto Pardillo, quién traicionó a sus compañeros, delatándolos a la policía y siendo apresados el 9 de enero de 1950. En 1958 surgió ETA, despertando la esperanza de muchos , pero no fue así. La banda terrorista proporcionó ayuda a varios comandos anarquistas para conseguir explosivos o armas con las que cometer los atentados, pero gran parte de sus miembros se oponían a asesinar a Franco para no convertirlo en un mártir. Sí lo hicieron con Carrero Blanco, en 1973, en un duro golpe asestado contra el que debía ser sucesor del dictador.
La final de la Copa del Generalísimo de 1964 disputada en el Santiago Bernabeu entre el Zaragoza y el Atlético de Madrid fue también escenario de un intento de asesinato. Las fuerzas rebeldes contaban con la ayuda de Stuart Christie, un joven británico de 17 años que se desplazó hasta Madrid con un kilo de explosivos envuelto en su cuerpo. La carga debía ser colocada en algún lugar del estadio, pero fue nuevamente interceptado por las fuerzas de seguridad.
Elósegui envuelto en llamas
Uno de los últimos intentos de acabar con la vida de Franco fue el protagonizado Joseba Elósegui el 18 de septiembre de 1970. Ese día, el Jefe del Estado se encontraba presidiendo un partido de pelota vasca en el frontón de Anoeta, en San Sebastián. Elósegui intentó acceder a las gradas de asientos, aunque al final tuvo que subir hasta la segunda galería, desde donde se lanzó envuelto en llamas a lo bonzo mientras gritaba "Gora Euskadi askatuta" ("Viva Euskadi libre"). El kamikaze no pudo caer sobre su objetivo y durante un tiempo se estuvo debatiendo entre la vida y la muerte. Después, fue condenado a 7 años de cárcel y, tras la muerte de Franco, Elósegui fue nombrado Senador, cargo que ocupó durante 10 años.Fuente: Yahoo