Hora de levantar, hora de trabajar, hora de coger el autobús, hora de acostar. Mi reloj es jefe y amigo; me organiza, me avisa y me mete prisa. Me da tiempo y me lo quita...Si lo miro me cabreo; si no, me pierdo ¡Lo ojeo tanto que creerá tenerme enamorado! Ni contigo ni sin ti, reloj. Cuanto más te necesito más te odio, extraña relación. Empiezo a pensar que sólo eras bonito tras el cristal de aquella tienda ¿Por qué tuve que comprarte? Pesas en la muñeca y aún más en la mente, me obligas a correr más que tus agujas. Muero de ganas por tener vacaciones, para encarcelarte en un cajón y dejar que el sol borre de mi brazo tu huella blancucha.
No sé vosotros, pero cada día que pasa valoro más los minutos. Cinco para leer las noticias, 15 para comer, 4 de descanso para un café, 22 para ver una serie, 10 para regresar a casa y 6 para esa cerveza fría. No es lo mismo un minuto más en la cama que uno menos, adoro robarle tiempo al reloj bajo las sábanas. Ese minuto interminable para salir del trabajo, o ese minuto di-minuto antes de entregar un examen. Un simple minuto para impresionarte o meter la pata, un minuto de gloria o de bajón. Minutos que se olvidan...minutos que recuerdas. Gracias por gastar algunos leyendo este blog.