Apuntes - por Pilar Alonso
Dicen que no hay fuerza más poderosa que el amor y ya hubo en la Antigua Grecia quien así supo entenderlo. La homosexualidad era entonces, allá por el siglo IV a.C., algo comúnmente aceptado. Y el comandante tebano Górgidas lo aprovechó para crear el que se conoce como Batallón Sagrado.
Tebas era una ciudad importante, la más grande de la región de Beocia. Y al igual que Atenas y Esparta, también disfrutó de su época de gloria, sobre todo en época de Epaminondas, un general y político del siglo IV a. C.
Górgidas, compañero de Epaminondas, fue quien tuvo la idea de crear un batallón formado por 150 parejas, cada una de las cuales estaba compuesta por un miembro de mayor edad (heniochoi- conductor) y uno más joven (paraibatai – compañero).
El modo de luchar de los griegos se basaba esencialmente en el uso de unidades de hoplitas, soldados con espada, lanza y escudo que formaban apretadas filas para enfrentarse al enemigo. Los lazos que se creaban entre ellos contribuían en gran medida a mantener la cohesión del grupo. Y Górgidas creía que si esos lazos resultaban especialmente intensos las posibilidades de éxito aumentaban. Ningún hombre dejaría morir a su amado ni realizaría ningún acto que pudiera resultar vergonzoso a sus ojos (como huir o mostrar cobardía). Luchaban espalda contra espalda, sin rendirse nunca, porque rendirse significaba también la muerte del hombre al que amaban y de ese modo o sobrevivían ambos o morían ambos en la batalla.
Los miembros del Batallón eran escogidos entre los mejores, y formaban una élite que en tiempos de paz actuaba como guardia personal y en tiempos de guerra componía la vanguardia del ejército. Antes de entrar a formar parte de él juraban ante la tumba de Iolao, soldado tebano por quien Heracles había sentido una gran pasión, vencer o morir juntos en la batalla.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió en Queronea, en el 338 a. C., cuando debieron enfrentarse a las tropas de Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro Magno, que pretendían invadir Grecia. Rodeados por las tropas de Alejandro, el Batallón Sagrado se defendió hasta la muerte y juntos cayeron, abrazados, en el campo de batalla.
Tras la victoria, Filipo II, que había pertenecido a ese Batallón en su juventud cuando fue llevado como rehén a Tebas, permitió que sus cuerpos fueran enterrados juntos y que los tebanos levantaran un monumento en su honor: el “León de Queronea”.