Padre pusilánime por un lado, asesino a sueldo por otro, el protagonista de la novela tiene que lidiar con los fantasmas del pasado, el amigo y la ex ya citados, su mentor, el Viejo Número Tres, a quien él mismo jubiló por la vía rápida, un par de hijos que corren hacia la adolescencia, y una Empresa de la que nunca se sabe todo, como debe ser, pero de la que hace algún tiempo que él ha empezado a desconfiar. Y todo ello, en un camping nudista, con todo el humor posible al imaginar en qué recóndito lugar puede un sicario albergar alguna de sus armas si quiere seguir realizando su trabajo como Dios manda.
Pasada la sorpresa inicial, Juan tendrá que convivir con la sospecha haberse convertido él mismo en un “pedido” de la Empresa, y sus ojos entonces han de abrirse hasta la exageración, porque por mucho lirismo que le regale la turbadora Yolanda, que además le resucita placeres algo aletargados, la sombra de la muerte no deja de ser alargada. En ese ambiente de habitación cerrada, a Juan sólo le queda la presencia del viejo Andrés Camilleri, retirado para escribir sus novelas de misterio, todo lo demás lo tendrá que ir averiguando el lector, porque Carlos Salem nos deja en cueros frente a un final mucho más que sorprendente.
Matar y guardar la ropa. Carlos SalemNavona Negra. Barcelona 2015. 278 págs. 15’50 euros.(LA VERDAD, "ABABOL", 19/12/2015)