La reflexión que les porponemos comenzar a explorar con este artículo puede reflejarse en la siguiente pregunta: ¿cuál es el criterio con el que decidimos otorgar, a una persona a la que llamamos lider, autoridad suficiente como para dejarnos influenciar por sus perspectivas u opiniones permitiendole afectar nuestras ideas, comportamientos o actitudes?
Pero… ¿qué es lo que en general pasa con la capacidad de influencia del líder cuando lo que nos invita a ver, no nos gusta o nos produce algún dolor, o pone a riesgo algún interés material, de fama, de poder, o de imagen pública…?
Veamos el ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta con su gran influencia e impacto, fundadora de una organización que actúa en más de 100 países y con más de 4.000 personas estables colaborando con su propósito.
Cuando ella hablaba, era escuchada. Ahora bien ¿era comprendida aún cuando pudiera incomodar a su audiencia? ¿qué impacto producía esta incomodidad en su capacidad de influencia?
Peggy Noonan en el libro de John C. Maxwell Liderazgo al Máximo, cita un discurso de la Madre Teresa de Calcula en 1994: “la clase dirigente estaba allí, católicos, judíos, la madre habló de Dios, de amarnos los unos a los otros, de dar hasta que duela, y algunos se incomodaron cuando puso el ejemplo de los padres infelices que son olvidados en los geriátricos.
La madre continuó diciendo: “Creo que hoy el mayor destructor de la paz es el aborto, hubo un silencio y no todos aplaudieron, el presidente Clinton y la primera dama, el vicepresidente Gore y su esposa parecían estatuas de cera. Tampoco la madre se detuvo allí”.
Cuando la conferencia terminó casi todos los concurrentes se sintieron ofendidos. Esta reacción de incomodidad u ofensa, ¿diluye la capacidad de influenciarnos que le damos a un líder? ¿Es esta incomodidad una señal de que allí hay algo para trabajar? ¿Acaso para dejarnos influenciar por el líder, necesitamos escuchar de él sólo palabras de valoración sobre nuestra forma de actuar? De ser así, ¿cómo podríamos poner energía en reflexionar sobre nuestras inconsistencias, o sobre las diversas formas en las cuales obturamos o disminuimos el valor que aportamos al cultivo de un mundo mejor?
Cuando el líder nos muestra una cruda y dolorosa imagen de lo que estamos contribuyendo a generar, una parte no integrada que habita en nuestras sombras, corremos el riesgo de confundir el espejo con la imagen y responder eliminando a quien nos ayuda a percatarnos de nuestras pequeñeces humanas. La forma en que líderes de enorme influencia como Sócrates, Martin Luther King y Mahatma Gandhi, para mencionar sólo algunos ejemplos, terminaron su tránsito sobre esta tierra, son prueba de este fenómeno parecido al de matar al mensajero.
Uno de los caminos para mejorar es recibir y aceptar en la vida el regalo de aquellos que nos ayudan a despejar las barreras que frenan la expresión plena de nuestros ideales más altos, aquellos que nos señalan lo que no nos gusta de nosotros mismos, para que podamos confrontarnos teniendo la valentía de dejarnos influenciar por sus indicaciones y opiniones, sosteniendo la posible incomodidad o dolor de ver justo eso con lo que no estamos bien con nosotros mismos, para luego superarlo.
“Aquello que niegas en tí, la vida te lo trae como destino.”
Posteo escrito en forma compartida por Víctor Raiban y Andrés Ubierna