Matemos al tío, de Rohan O'Grady

Publicado el 30 abril 2015 por Covadonga Mendoza @Cova_Mendoza

Matemos al Tío es una de esas novelas con tantas facetas que es posible pasar alguna por alto. Tras la apariencia de una lectura casi infantil, entre la aventura, el misterio y lo gótico, hay una historia con mucho subtexto, que profundiza más allá de lo aparente en situaciones que van desde las más obvias, como es la posibilidad de que el Tío del título sea un asesino, a otras más sutiles, entre las que se encuentra la reflexión sobre la supuesta inocencia de la infancia, las consecuencias de la guerra en una pequeña comunidad (en la Isla no hay otros niños que los protagonistas ya que todos los jóvenes, excepto Albert, fallecieron) o el amor incondicional (tanto el que siente el sargento Coulter por la señora Rice-Hope como el de los niños hacia él).

La capacidad de la autora para crear una atmósfera que solo es idílica en la superficie (las abundantes comidas que cocina la señora Nielsen para los niños, la belleza de un paisaje exuberante que sirve como escenario de travesuras infantiles) es uno de los principales alicientes de este juego de apariencias, en el que hechos, personas y escenarios que parecen inocentes se convierten en amenazas potenciales cuando los niños deciden acabar con Tío: las armas que guarda en su casa Lady Syddyns, la medicación de la señora Brooks o la apatía de un aterrorizado Una Oreja contribuyen a crear expectativa, a sospechar, incluso temer, el desarrollo de los acontecimientos.

Así, entre excursiones por la Isla, calor y comilonas, la autora da a conocer a unos personajes con matices y personalidad entre los que destacan tanto Christie como Barnaby o Tío, pero también los Brooks y su negativa a aceptar la pérdida de su hijo Dickie años atrás, el atormentado Una Oreja, que teme comportarse como el puma que es o el sumiso agradecimiento de Pobre Desmond, aunque el más complejo es el sargento de la Real Policía Montada del Canadá, Albert Coulter (su vida solitaria, una casa llena de libros y música anticuados, las cartas que escribe a la señora Rice-Hope y destruye sin entregar, la relación epistolar con el decepcionante señor Hobbs, el ser el único hombre superviviente de su generación...), que empieza odiando a los niños y va evolucionando hasta encariñarse con ellos.

Que apenas mediada la novela se sepa con certeza si Tío es, o no, el monstruo que describe Barnaby no disminuye el interés por lo que harán los protagonistas, sino que intensifica la reflexión sobre el bien y el mal, sobre la moralidad de ciertos actos que quieren llevar a cabo Barnaby y Christie (en especial los relacionados con Pobre Desmond) o la intencionalidad de lo que parecen travesuras (la destrucción de los paneles del invernadero de Lady Syddyns, pintar lunares azules al Duque de Hierro, el toro de concurso del señor Duncan, o lo ocurrido a Fletcher, el pájaro de la señorita Proudfoot), creando una sensación de inseguridad y duda en torno a las motivaciones de los protagonistas.

Y es que quizá lo más interesante de Matemos al tío está en la ambigüedad, las apariencias, en la dificultad para confiar por completo en la ingenuidad de Christie y Barnaby, en ese ambiente tan logrado que casi obliga a sospechar de todo y de todos o en ciertas situaciones casi surrealistas narradas con humor negro. Y también en esa frase final que podría dar lugar a otra historia, desarrollada en la imaginación de quien la lee, acerca de cómo llegará a suceder lo que anuncia.

Destacar la ilustración de la cubierta, en la que aparecen Barnaby, Christie y Una Oreja, original de Edward Gorey para la primera edición de la novela.

Observación: en la nota al pie nº3, en la página 157, hay una errata, la palabra "dese" en lugar de desde. También hay un par de ocasiones en las falta el guión de diálogo.

"―Siempre intentas que las cosas parezcan peor de lo que son. ¿Quién era Rodney y por qué lo mató tu tío?

―Escúchame ―dijo Barnaby de todo corazón―.Soy malo. ¿Y sabes por qué? Por culpa de él. Te voy a contar una cosa que nadie creería jamás.

Se inclinó hacia ella.

Hizo una pausa y añadió con tristeza:

―No me pega muy a menudo."

"―¿Qué voy a hacer, Christie? ¿Qué voy a hacer? Tengo tanto miedo...

Christie se quedó pensativa, entornó los ojos y apretó los labios en una fina línea. ―Bueno -dijo finalmente―, para empezar, deja de comportarte como un bebé. Si es tan malo como dices, y que conste, Barnaby Gaunt, que no estoy diciendo que me crea todo lo que dices porque siempre lo exageras todo, pero si es tan malo, solo nos queda
una opción.

―¿Y cuál es? ¿Qué vamos a hacer, Christie? ¡Haré lo que sea!

―Tendremos que asesinarlo a él primero -dijo Christie."

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