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Es que, desde 1850, las “victorias”, tiradas por un solo caballo y a cargo de un cochero, estaban incorporadas al paisaje de Buenos Aires tanto como esa música popular que conocemos como tango.
Se los veía siempre en los alrededores de las plazas más importantes, como Constitución, Miserere, Congreso o de Mayo. Por eso algunos los denominaban “placeros”. Pero en 1923 la influencia de una obra de teatro les cambió el nombre para siempre.
La obra se estrenó en mayo de ese año en el Teatro Nacional. La había escrito Armando Discépolo (el hermano de Enrique Santos) y contaba algo de la dura vida de don Miguel, un inmigrante italiano que veía cómo la merma en su trabajo complicaba su existencia. Entonces el hombre volcaba sus penurias hablándole a Mateo, el viejo matungo de su carruaje. Fue tanto el impacto popular que tuvo que desde entonces a los carros se los llama mateos.
La mayoría de esos mateos llegaron desde Francia, aunque a mediados del siglo XIX eran muy importantes en las principales capitales de Europa como Londres, Berlín o Viena. Y aquello se vería reflejado también en Buenos Aires. Tanto que ya en 1866 aparecía una ordenanza para reglamentar su actividad. Entre otras cuestiones, se establecía que, para circular de noche, debían llevar faroles encendidos cuando no hubiera luna llena. Aquellas luces funcionaban con carbono.
Equipados con mullidos asientos forrados en cuero, negras capotas que protegían del rocío y con elásticos de buen hierro debajo de la carrocería, para amortiguar el traqueteo sobre el adoquinado porteño, los mateos empezaron a entrar en la historia cuando el servicio de tranvías llenó la Ciudad y los “autos de alquiler con reloj taxímetro” (como se denominaba a los taxis) coparon la parada del transporte urbano, previo auge de los colectivos.
La prohibición de la tracción a sangre en la Ciudad (sancionada en 1960) también influyó. Sin embargo, hoy todavía hay algunos que se lucen en las dos paradas que mantienen como bastiones de aquel tiempo: frente a la entrada principal del zoológico (en las avenidas Las Heras y Sarmiento) y frente al gran Monumento de los Españoles (avenidas Del Libertador y Sarmiento).
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EDUARDO PARISE
“El mateo también tiene su historia”
(clarín, 03.09.12)