Maternidad a la fuerza

Publicado el 28 septiembre 2015 por María Bertoni

Eugenio Canevari fue el único argentino que compitió en la sección Nuev@s Director@s del Festival de San Sebastián.

El cine argentino contemporáneo goza de buena salud, a juzgar por su performance en la 63ª edición del Festival de Cine de San Sebastián que finalizó ayer domingo. A los galardones acordados -entre otros, la Concha de Plata para Ricardo Darín por su labor en Truman de Cesc Gay y los premios Horizonte y Otra Mirada para Paulina de Santiago Mitre– hay que sumarles la promesa de renovación generacional que algunos espectadores encontramos en Paula, opera prima de Eugenio Canevari que compitió en la sección Nuev@s Director@s, y que seguro se exhibirá en algún festival vernáculo. Falta confirmar cuál: ¿el de Mar del Plata, el BAFICI, ambos?

El jurado de la mencionada categoría habrá tenido sus buenas razones para distinguir a otras tres candidatas (Le nouveau del francés Rudi Rosenberg, Drifters del sueco Peter Grönlund, Vida sexual de las plantas del chileno Sebastián Brahm) pero la decisión no opaca en absoluto las dos grandes virtudes de Paula. La primera: la solvencia con la que el realizador cuenta la historia de una joven niñera que trabaja en una pequeña estancia, y que transita las primeras semanas de un embarazo no deseado.

Mientras acompaña a la protagonista en busca de una solución para un problema que nadie nombra de manera explícita, Canevari da cuenta del entramado sociocultural que fuerza a las mujeres argentinas -sobre todo a algunas- a acatar el mandato irrenunciable de la maternidad. Los patrones de Paula, el muchacho que la embarazó, una médica sin rostro constituyen los referentes de este statu quo listo para disciplinar a las díscolas que prefieren abortar. Cuanto menos recursos tienen, mayor es el maltrato que se les inflige.

Así como debe hacerse cargo de los hijos de sus empleadores, la protagonista también debe asumir la responsabilidad del embarazo en curso. Es indistinto si quiere o no a esos chicos; lo importante es que cumpla con ambas obligaciones.

Un poco a la manera de Lucrecia Martel con La ciénaga y de Albertina Carri con La rabia, Canevari también convierte a nuestro campo -en este caso, a nuestra porción de patria sojera- en escenario atravesado por la violencia física y verbal que ejerce nuestra sociedad patriarcal. La primera aparece retratada en la suerte que corren una perra “loca”, acusada de haberse comido a tres de sus cachorros, y los pobladores víctimas de la descarga de pesticidas con glisfosato. La segunda, en el discurso racista de la patrona y sus invitados en una fiesta de cumpleaños.

Las actuaciones constituyen la segunda gran virtud de este largometraje. Por los roles que interpretan, se destacan Denise Labbate y Estefanía Blaiotta. Una y otra encarnan a sus personajes -Paula y la patrona respectivamente- con solidez y con una economía de gestos y palabras afín a la naturaleza minimalista del guión. Aunque interactúan poco en escena, sus intervenciones se complementan y tallan la piedra fundamental de este fresco social sobre distintas maneras de entender, asumir, eventualmente eludir el ejercicio de la maternidad.

Pocos realizadores nóveles se atreven a tanto en el primer largometraje de sus carreras. Sin dudas, Canevari tiene convicciones y agallas, además de talento para narrar y dirigir a (muy buenos) actores.

———————————————————————————————————————
Contenidos complementarios
 Presencia argentina en el 63º Festival de San Sebastián
 Oui!