La suavidad del agua esculpe, no destruye
Allí, el pequeño río se transforma en una caudalosa corriente, y se divide en docenas de cascadas. El viajero camina por aquel lugar, escuchando la música del agua.
De repente, una gruta, bajo una de las cascadas, llama su atención. Mira detenidamente la piedra gastada por el tiempo, las bellas formas que la naturaleza crea con paciencia.
Y descubre, escritos en una placa, los versos de Rabindranath Tagore:
No fue el martillo el que dejó perfectas estas piedras, sino el agua, con su dulzura, su danza, y su canción. Donde la dureza sólo consigue destruir, la suavidad consigue esculpir.
(Extracto de Maktub, Paulo Coelho)
Hace poco tuve la oportunidad de leer una bella descripción de la maternidad. Además de cautivarme por su sinceridad y por su intensidad emocional, me hizo reflexionar sobre las más que sutiles diferencias entre la maternidad y la paternidad (en concreto, la mía).
El arte de amar
Y en referencia a las diferencias entre la maternidad y la paternidad, me vino a la cabeza un pasaje muy concreto de un gran libro de Erich Fromm: El Arte de Amar.
En ese pasaje, el autor decía que el amor de la madre a su hijo es incondicional, mientras que el del padre es condicional.
Es decir, una madre, no importa lo que haga su hijo, lo ama sin condiciones. Está claro que el agua de una cascada no pone condiciones a la roca que desea esculpir. Trabaja sobre ella de forma continuada, sin desanimarse y sin desfallecer.
En cambio, el amor de un padre está condicionado a que el hijo cumpla unas condiciones, generalmente, en forma de unas normas que dicta el propio padre. Es como si quisiéramos dar forma a la roca con un cincel y un martillo. En este caso, o eres muy buen escultor, o puedes acabar estropeando la roca. Los padres deberíamos dejarnos aconsejar por la erudición del agua.
Donde la madre aplica suavidad y paciencia, a través del inagotable manantial de su corazón, el padre aplica dureza y exigencia, a través de la contundencia de su dictado racional.
No voy a negar que, con el tiempo, me he dado cuenta que la maternidad es mucho más sabia que la paternidad. Si el amor a los hijos es un Arte, las madres son las mejores artistas de la naturaleza.
Y como éste es un artículo especialmente dedicado a la sabiduría de la maternidad y a todas las madres (especialmente a la de mi padre, a la de mi madre, a la mía y a la de mi hijo) lo vamos a completar con cuatro citas de cuatro hijos que captaron la esencia de la sabiduría de sus madres.
Sin duda, el agua siempre nos sonríe, nos alimenta tiernamente, nos baña con su abrazo. El agua es porvenir que siembra esperanzas, es y será nuestro más preciado ángel. El agua es vida.
El niño reconoce a la madre por la sonrisa. (Leon Tolstoi)
Jamás en la vida encontraréis ternura mejor y más desinteresada que la de vuestra madre. (Honoré de Balzac)
Todo lo que soy o espero ser se lo debo a la angelical solicitud de mi madre. (Abraham Lincoln)
El porvenir de un hijo es siempre obra de su madre. (Napoleón Bonaparte)